Angélica se sentó en el jardín con Skender sintiéndose un poco nerviosa. Contarle a un hombre que no era su esposo que había tenido un sueño sobre él no era la situación más cómoda, además de toda la historia que tenían juntos.
Así que él también era un demonio, y lo que había visto en sus sueños era en efecto un recuerdo. Recordaba lo destrozado que se veía cuando había perdido a sus padres y lo triste que se veía cuando la mujer de cabello rojo le dijo que no podían estar juntos.
—Gracias por tomarte el tiempo de traer a mi hermano aquí y hablar conmigo —dijo ella.
—Estoy feliz de ayudar en cualquier manera —él sonrió.
Ella había olvidado sus ojos tristes pero gentiles y su encantadora sonrisa.
—Sé que esto puede ser delicado, ya que es algo que ocurrió en tu pasado. No deseo evocar ningún recuerdo doloroso.
—No te preocupes —dijo él—. No hay nada de lo que puedas recordarme que ya no recuerde todos los días.
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