—¡Adeline! —exclamó Elías—. ¿Cuánto tengo que rogar para que digas que sí?
Elías nunca se había sentido tan desesperado en toda su vida. Nada iba según lo planeado. Nunca había suplicado tanto, rogado de manera tan dolorosa, y que todos sus esfuerzos fueran en vano, no sabía cómo responder. Era confiado y astuto, el mundo era su patio de recreo, y el reino su juguete.
Elías tenía todo en este mundo. Tenía su mundo entero en sus brazos ahora mismo, pero iba a perderlo en solo unos meses.
—Tengo miedo de perderte, Adeline. No te hagas esto —Adeline se giró. Algo dentro de ella se rompió, y todas sus emociones se derramaron.
—¡Tengo miedo también! —gritó, empujándolo lejos de ella. Se abrazó a sí misma, encogiéndose contra la pared. El agua se derramaba por su cuerpo, cálida y reconfortante, pero solo agregaba a su sudor frío.
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