Jiang Hai miró la expresión entusiasta de su esposa y frunció el ceño en silencio. —Jiang Zhen no es un extraño. No hay necesidad de que lo recibas como a un invitado.
Li Mei secretamente le lanzó una mirada a Jiang Hai con un atisbo de advertencia en sus ojos.
Jiang Zhen sonrió y tomó un pedazo de gelatina. —Señora, no se preocupe. No haré ceremonias con usted.
El tamaño de la gelatina era el adecuado. Jiang Zhen la terminó de un bocado. Era fresca y suave. —Está deliciosa. Sabe exactamente igual que la que tenemos en Xiyun.
Li Mei sonrió y asintió. —Me alegra que te guste. Jiang Zhen, escuché de parte de Jiang Hai que antes de tu transferencia a Ciudad Jingdu esta vez, expresaste tu disposición de trabajar aquí, ¿verdad?
Jiang Zhen respondió, —Sí, he vivido en Xiyun desde que nací. Siempre me he encargado de los negocios allí. Ahora, quiero salir y echar un vistazo.
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