Marissa fue a su habitación y colocó su bolso en la mesita de noche. No sabía si reír o llorar. El hombre en el que había estado pensando todo este tiempo estaba ocupado jugando videojuegos en su sala de estar.
Con una risita, fue al baño y se cambió a una cómoda camiseta grande y no se molestó en ponerse nada más, excepto un par de braguitas escasas.
Debido a la presencia de Rafael, había estado usando pijamas con eso.
—¿Cansada? —saltó cuando lo encontró apoyado contra el lado del marco de la puerta—. Lo siento. No quise asustarte —dejó el lugar y comenzó a dar pequeños pasos para acercarse a ella con esa misma gracia felina.
—Eh. Solo estaba atándome el pelo... lo usual que hago antes de irme a la cama —podía sentir su mirada mientras cepillaba su cabello.
Mientras lo arreglaba, algunos mechones de su cabello cayeron frente a su hombro, y él comenzó a moverlos hacia atrás.
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