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Capítulo 20: «No te soltaré jamás»  

Remia, Crystel, Residencia Allen - 22 de Junio - Año 525

 

«Mi hermano es impresionante», pensó Vlas, cuando apareció frente a la puerta del edificio donde residían los Allen.

Entró a la construcción y caminó por el lobby. Subió al ascensor y marcó el piso número «15». Cuando llegó caminó por el pasillo buscando la puerta que correspondiera al apartamento, hasta que la encontró al final del pasillo... «Allen» se leía en ella. Tardó en tocar el timbre, todavía no estaba completamente seguro de lo que estaba haciendo, pero ya había ido hasta ahí, no había marcha atrás. Lo hizo.

Estuvo unos minutos esperando que abrieran la puerta. Hasta que por fin alguien atendió.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Kora, con un tono de enojo, extraño en ella.

—¿Sucede algo? —preguntó Vlas, al darse cuenta de la actitud de Kora.

Ella lo miró aún peor.

—No respondiste mi pregunta —aclaró Kora, apoyada en la puerta, en ese momento, frunció el ceño.

—Tienes razón —asintió Vlas—. Vine a visitar a Zenda, desde ayer que no contesta mis llamadas y me preocupé, ¿Sabes algo al respecto? —agregó, escondiendo la verdadera razón.

—Con que tú no tienes nada que ver con eso —dijo Kora, fue un poco irónica en su declaración.

—¿A qué te refieres? —preguntó Vlas, confundido. ¿Ella estaba burlándose de él?

—Zenda está así desde que tuvo esa charla contigo, no sé de qué hablaron, ni tampoco me importa, pero me molesta ver a mi hermana en ese estado —respondió Kora—. Si la razón de que esté así fue alguna acción tuya quiero que me lo digas, no quiero que siga siendo lastimada —agregó, acercándose a Vlas.

Él pudo notar que realmente estaba molesta, aunque estaba a centímetros de ella podía notar su aura distante y fría.

—Kora, tú sabes que sería incapaz de lastimarla, si estoy aquí es por la misma razón que tú, quiero saber que le sucede, me preocupo por ella —explicó Vlas.

Aunque esa no era totalmente la verdad, sintió que extrañamente estaba siendo sincero ante ella, esa frase no tenía nada de mentira.

—¿Entonces no sabes lo que le sucede? —preguntó Kora, disminuyendo poco a poco su molestia.

—No, es extraño que no me contara nada, sabes el vínculo y la gran confianza que ambos nos tenemos, y aunque la conozco bastante bien, no entiendo su actitud.

Esta vez sí, esa respuesta había sido una total mentira. Se había equivocado, todavía no estaba preparado para ser totalmente sincero con ella.

—Parece ser que pensamos lo mismo —declaró Kora—. No quiere hablar con nadie, está encerrada en su cuarto desde anoche... No comió, esta mañana no desayunó y tampoco almorzó al mediodía... Ni siquiera sé si está despierta en este momento —explicó, alzando sus hombros ligeramente. Ella estaba preocupada e intranquila, y la pena la agobiaba. Vlas podía entender sus sentimientos, él se sentía igual, pero ella no conocía la razón y probablemente esos sentimientos eran diez veces más fuertes, después de todo, ella amaba a su hermana más que a nada, y verla en ese estado había de ser muy difícil—. Te dejaré pasar... Quizás tú puedes hacer lo que nosotros no —agregó entrando a la casa.

Vlas la siguió y cerró la puerta al pasar. Kora lo guio hacia dentro de la casa, y se dirigió al segundo piso donde se encontraba la habitación de Zenda. Vlas la seguía, notando que el aura distante y fría que tenía al principio había sido reemplazada por una de preocupación y nerviosismo.

—Ey, ¿A ti te sucede algo? —preguntó Vlas, tomando la mano de ella en uno de sus movimientos, parando su caminata—. Sabes que puedes contarme lo que sea, creo que ya hemos hablado de este tema —agregó, cuando ambos cruzaron miradas apenas ella se dio la vuelta.

—¿Por qué lo preguntas? —indagó Kora.

—Porque pareces angustiada... Si es por Zenda déjame decirte que estés tranquila, sé que estás preocupada por su actitud que no es normal en ella, aun así debe haber una razón detrás, y si estoy involucrado, o tengo parte de culpa te prometo que me alejaré de ella, tal como tú lo dijiste, yo tampoco quiero que salga lastimada —respondió Vlas, bajando su rostro mientras decía eso. Estaba siendo demasiado desvergonzado ignorando el hecho de que él si estaba involucrado.

—Vlas —dijo Kora.

Ella en cambio, no sabía nada, y así, alzó su rostro. Lo miró con un poco de vulnerabilidad marcada en ese brillo azul de sus ojos... Parecían querer llorar.

—¿Qu...? —no terminó de preguntar cuando Kora lo abrazó, tomándolo por sorpresa—. Kora, dímelo por favor, ¿Estás bien? —insistió Vlas.

Una sensación desesperada de pedir ayuda invadió ese abrazo.

—Me siento inútil de nuevo, pero gracias a ti y a lo que me dijiste aquella vez puedo sobrellevarlo... Se siente mal no poder entender por lo que está pasando mi hermana, siempre hemos sido muy unidas y nos contamos todo, si ella decidió no hacerme saber lo que pasa debe ser algo que pueda llegar a lastimarme... Yo sé que no está relacionado contigo, en tus ojos se ve tu honestidad cuando hablas sobre ella, tú eres el único que la puede apoyar —respondió Kora, profundizando cada vez más el abrazo—. Gracias por venir, no sabes lo aliviada que estoy... Lo siento por haber reaccionado de esa forma y pensar que podría haber sido tu culpa, ya no sé qué hacer —agregó, casi entre lágrimas, con su voz quebrándose al final.

Impotencia. Al final, ese era el sentimiento principal por el que Kora estaba pasando. Al parecer esa era la única sensación que iba a estar presente al menos hasta el día de su decisión. No iba a desaparecer, la culpa tampoco y la angustia menos. Pero Rhys tenía razón, dejarse llevar por estos sólo desencadenaba una decadente desesperanza, la cual no se podían permitir, porque estarían abandonando la principal razón por la que seguían adelante... Ser felices. 

—No te preocupes por mí, no pasa nada, déjame ir a hablar con ella, veré que puedo hacer, y te avisaré lo que suceda. —Vlas intentó animarla un poco.

—Entiendo, gracias Vlas —respondió Kora, dibujando en su rostro una triste sonrisa—. Suerte —le deseó, dejándolo frente a la puerta de la habitación de Zenda.

—Gracias... —agradeció Vlas, y ella se alejó.

Vlas dio un profundo suspiro y alzó su mano... Tocó la puerta y cerró sus ojos sólo deseando que ella le abriera... Para de una vez por todas, poder hacerle frente a ese miedo y desasosiego antagónicos, que parecían querer separarlos para siempre.

—Zenda, ¿Estás ahí? —preguntó, luego de tocar la puerta, y notar que varios minutos después ella aún no había abierto.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Zenda, del otro lado.

¿Esa era su voz? Sonaba demasiado ronca y atenuada.

—Por la misma razón que estuve todos estos años, me importas y me preocupa que estés actuando así —respondió Vlas, él apoyó su frente en la puerta, con su mano posada en el picaporte.

—Si te abro la puerta sólo verías la peor versión de mí, no es necesario que estés aquí, si entré en esta situación puedo salir sola —ella declaró.

 Vlas, con su mirada baja, pero firme, apuntando al piso con ella, sonrío, quiso entrar y darle el abrazo más fuerte que jamás le podría dar, pero ella, ella ni siquiera le había dado una señal para que lo hiciera, quizás no lo quería.

—Vi todas las versiones tuyas, Zenda, y ten por seguro que tu apariencia es lo que menos me importa en este momento —También se permitió soltar algunas risas—. Además, déjame decirte que estás equivocada diciendo que «entraste tu sola»... Fui yo quien abrió esa puerta en primer lugar, también estoy dentro, estaré dentro hasta que ninguno de los dos lo esté, si me apoyas y te apoyo, podemos salir juntos —aseguró, y al mismo tiempo, apretó su mano, esta seguía posada sobre el picaporte—. Por favor, déjame pasar.

—La puerta está abierta —avisó Zenda.

—¿Puedo pasar? —preguntó él.

—Por favor.

Vlas entró a una habitación oscura, una habitación que contrastaba con la iluminada y colorida habitación de Zenda que él conocía, y aunque sabía que no era la de ella en Ajax, creyó que al menos tendría un poco de su identidad, pero nada... Ni siquiera eso. Al no ver nada decidió encender la luz, pero su idea se vio interrumpida cuando sintió el tacto de una mano ajena tomándolo del antebrazo y jalándolo hacia atrás.

—¿Qué sucede? —preguntó Vlas, confundido, al sentir sus piernas chocar contra algo, no era sólido, probablemente era el colchón de la cama.

—No enciendas la luz por favor, no quiero que me veas en este estado —respondió Zenda, ella apretó la mano de Vlas al bajar la suya un poco después de tomar su antebrazo... Esta le dio calidez.

—Entiendo —accedió Vlas, buscando su rostro a través del tacto—. ¿Estás llorando? —preguntó cuando lo encontró, lo que parecían ser sus mejillas tenían un rastro reciente de humedad. Eran lágrimas, lágrimas que él limpio, pero todavía no escuchaba la respuesta de Zenda.

Estuvieron así unos minutos disfrutando lo reconfortante que se sentía que estuvieran juntos. Vlas no habló, sólo le importaba que ella estuviera bien y a su lado sabía que ella nunca correría peligro. O casi nunca.

Zenda sabía que el final se acercaba, por esa misma razón se alejó de Vlas, no quería ser una piedra en su camino, ellos habían sido destinados a tener que separarse por un mandamiento del destino, ella no era nadie para enfrentarse a él, y si Vlas era ese «elegido» había una razón mucho más importante que ella misma. Aun así para Vlas no tenía sentido ver el mundo que le otorgaba ese poder si ese mundo no podía vivirlo con ella, el abandonaría su oportunidad de convertirse en un ser superior para que ella no perdiera su vida. Nunca una decisión en la cual más de una vida estaba en juego le había parecido tan fácil. Aunque de todas formas era lo más difícil del mundo.

Por primera vez desde que se conocieron no concordaban en ideas. Zenda no quería que Vlas se sacrificara por ella, él tenía esas capacidades, esas oportunidades y no quería ser quien se las arrebatara. Y Vlas, por el contrario, no quería que Zenda se sacrificara, porque no podía vivir sin ella, o al menos mostrarle lo que sería capaz de lograr. Y, aunque fuera imposible, por lo menos, cumplir un poco con ese sueño que se desvanecería junto con uno de los dos.

—No quiero perderte, Zenda —declaró Vlas, rompiendo el silencio que se había formado esos minutos tan reconfortantes, y reviviendo las palabras que le había dicho el día anterior en la playa.

—Tienes que hacerlo, por el bien de todos, si es necesario que muera para que tu llegues a la cima, lo haré Vlas, no quiero ser quien te quite esa oportunidad —respondió Zenda, aferrándose a él... Lo estaba necesitando. Las horas que estuvo sin él estuvieron a punto de volverla loca... Y él llegó, en el momento más indicado.

—No puedo aceptarlo, estás pensando en el bien común, no en el tuyo —protestó Vlas.

Su sentimiento era uno, esa impotencia le causaba una inmensa sensación de llorar, soltar cada pedazo de angustia de su alma en lágrimas, creyendo que todo se acabaría apenas se lamentara, pero sabiendo que no sería así, porque no todo era color de rosas, no todo era el cielo, existía la caída, el sentimiento de derrota, y el fin, existía la tragedia, así como la felicidad, y él... Nunca sería la excepción de nada, no podía creerse ni un poco especial.

No iba a llorar, porque frente a ella debía verse fuerte, estaba a su lado para consolar su propia pena, y si se derrumbaba frente a la desdicha de ella, ¿Qué consuelo podría darle? Por eso, en su lugar, sólo se tragó todo lo que quería sentir, y se recostó a ella, para dejarle en claro que no se iba a ir de su lado, con cada caricia, o sonrisa... Acariciando su cabello. Y sosteniendo en sus brazos su cuerpo, tan suave, liviano... E indefenso... Tan lindo... Tan sincero... Queriendo no perderla, ¿Qué sensación le daría el futuro que siquiera se asemejara a esa? Nada sería igual jamás... Sin Zenda... No volvería a amar.

—Este es mi bien, Vlas... Saber que por mí, tú y los demás que me rodean no correrán peligro, me atrevo a aceptar cualquier destino para que sea así, sería feliz viendo que ayudé a todos... Aunque no lo mereciera, aunque no fuera la última opción... Así es la vida, ¿No es así?

—Eso es un pensamiento muy altruista, no te mereces eso, tú mereces vivir una vida plena, y disfrutarla al máximo.

Vlas seguía empeñado en permitirle seguir viviendo, su negación a que ella aceptara ser quien se sacrificara era persistente.

—No quiero vivir una vida plena si no es contigo, tonto... Prefiero pasar estos últimos momentos junto a ti y que me recuerdes para siempre, luego de que termines tu tarea podemos vernos, te esperaré el tiempo que sea necesario —declaró Zenda, ella alzó su mano, y aunque la oscuridad no permitió su total vistazo, el ambiente que se había formado era suficiente para que esta llegara hasta el rostro de Vlas, y terminara acariciando la mejilla del chico—. Ese es mi deseo, Vlas... Ese siempre fue mi deseo, y quiero que me ayudes a cumplirlo —agregó con una suave voz.

Vlas comenzó a sentir que lagrimas caían por su rostro.

—¿Por qué me haces llegar hasta este punto? —preguntó, y tuvo que sonreír, para no quebrarse completamente, aunque limpiando sus lágrimas, ya que estas no dejaban de salir.

—Tu lado más humano es lo que más me gusta de ti —respondió Zenda, pasando el puño de su camisa por el rostro de Vlas. Las lágrimas habían cesado—. Quiero verlo estos nueve días que quedan... No voy a seguir escondida de ti, o encerrada sufriendo, pero quiero que me prometas que dejarás de fingir, y que serás lo más sincero posible con tus sentimientos... ¿Me prometes que lo harás? —preguntó, esta vez ella misma, con otra sonrisa.

—Prometo hacer hasta lo imposible para que cumplas tu deseo, no permitiré que llegues hasta este extremo por no lastimar a los demás, recibiré todo ese dolor si es necesario, y no seguiré mintiéndote a ti ni a nadie más, quiero que pase lo que pase, la último que veamos de ambos sea una sonrisa —respondió Vlas, abrazándola lo más fuerte que pudo con esas ganas que tenía desde el inicio, y con el sentimiento de saber que aunque no pudieran verse, ellos estarían siempre juntos, lo que ambos sentían superaba cualquier barrera.

La muerte nunca podría separarlos. Tal como la promesa de ese brazalete... De ese amor que se juraron tantos años atrás.

—¿Vlas? 

—Sí, estoy aquí.

—No me sueltes... Por favor... No lo hagas, yo nunca lo haré, ni aunque tú te vayas, ni aunque no vuelvas, ni aunque te tenga que esperar por toda la eternidad, nunca me iré, siempre estaré ahí —pidió aferrándose más y más a Vlas.

Cerró sus ojos y anheló que todo acabara ahí, ninguno de los dos sufriría de nuevo, y ya no tendrían que separarse otra vez.

Pero siempre existía el día después. La vida, aunque corta, no era predecible, y nadie sabía lo que seguiría luego de un suceso tan trascendente en esta. El sufrimiento y la nostalgia seguirían ahí, los recuerdos vivirían por siempre atormentando o consolando la melancolía naciente.

Quizás Vlas podría seguir adelante sin ella. Quizás reharía su vida y formaría una familia. Quizás sería feliz. Ella jamás se opondría a eso, pero sólo quería una cosa... Que él la recordara por siempre... Nada más.

—No lo haré... —prometió Vlas.

Los minutos pasaron, y la habitación se quedó en silencio. Vlas se puso de pie y caminó hacia la pared opuesta a la cama, tocó el interruptor y encendió la luz. Ella ya se había dormido.

«Eres tan hermosa», pensó, volviendo a acercarse a ella. Apoyó su cabeza en la almohada, y la cubrió con una manta. Le dio un beso en la frente antes de dar algunos pasos hacia atrás, para dirigirse a la puerta.

—No te soltaré jamás —soltó, antes de apagar la luz, y salir de la habitación.

Era momento de que le permitiera descansar.

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