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Reencuentro

Esa noche, antes de dormir, Shen fue al viejo pabellón descuidado, donde dicen residía su madre en sus últimos días.

Su figura elegante se erguía en marcado contraste con el estado de ruina que rodeaba el lugar. Sin demora, tomó en sus manos una pequeña pala, y la impoluta piel de sus manos se manchó de tierra al removerla, para luego esparcir abono y rociarla con agua. En aquel rincón en decadencia, un jardín emergía con vida. 

Como solía acontecer en aquel entonces, esta actividad le brindaba serenidad, permitiéndole sumergirse por un momento en aquel pequeño paraíso verde. "La vida siempre halla un camino", pensó mientras una sonrisa apacible se dibujaba en su rostro.

La apacible quietud fue repentinamente quebrantada por unos pasos que captaron la atención de Shen de manera inmediata. La familiaridad de esos pasos le causó una sorpresa placentera, lo que hizo que sus ojos se abrieran aún más, revelando el destello de sus hermosas pestañas que se movieron con gracia, como las alas de una mariposa en vuelo.

— ¿Todavía, aquí? —, dijo Zhang mirando la silueta de espaldas de Shen. Sus ojos irradiaban un fulgor especial cada vez que presenciaba esta parte tan dulce de Shen. 

El corazón de Shen se negaba a aquietarse. Su espíritu se sentía consolado por la sublime serenidad y comodidad que emanaban de la sola presencia de Zhang. Un cosquilleo en el pecho lo embargó, anhelando ser envuelto en aquel cálido sentimiento eternamente. Sin percatarse, permaneció en aquella misma postura por un largo periodo.

Zhang, intrigado. Se acercó y se puso en cuclillas para estar a su altura.

—Los asuntos del príncipe parecen pesar hoy con fuerza. Temo que deba raptar a mi querido amigo Shen —susurró Zhang cerca de su oído, con ojos chispeantes de picardía.

De forma inesperada, Shen giró la cabeza, acortando aún más la distancia entre sus rostros, tomando desprevenido a Zhang, quien dejó traslucir una expresión de nerviosismo en su joven y hermoso semblante.

Las palabras pronunciadas por Zhang, ya de por sí tentadoras, se volvieron una irresistible seducción cuando Shen vio la sorpresa y un sonrojo sutil en el rostro de su general. 

Y así, con todo rastro de resistencia borrado de su mente, acercó su rostro al de Zhang y le otorgó un beso apasionado, casi suplicante, como si de ello dependiera su propia existencia.

Zhang, nervioso y confundido, no pudo sino ruborizarse. El beso fue ganando profundidad, y gradualmente, Zhang se sumó activamente a su despliegue.

Desde hace unas semanas atrás, había comenzado a anhelar a su adorado príncipe de manera más intensa y salvaje que nunca antes. Esto le inquietaba, pues sentía una dualidad abrumadora entre su lealtad, utilidad al lado de Shen, dispuesto incluso a entregar su propia vida si fuera necesario, y el deseo de marcar a Shen como suyo de todas las formas concebibles, de ser y hacerlo suyo para siempre. Así, este sentimiento ganó fuerza en aquel momento, hipnotizándolo y distrayéndolo de cualquier otro asunto. 

En aquel pabellón gélido, el beso encendió la pasión ardiente en los jóvenes cuerpos.

Shen solía pasar allí buen tiempo, por lo que una vez interrumpido el beso, miró con intensidad a su amado, como si se comunicara con él mentalmente, tomó su mano con firmeza y lo jaló hacia una habitación que había preparado para sí mismo. 

Por un instante, Zhang pareció ver en Shen la misma mirada ansiosa de cuando eran pequeños y Shen también lo llevó así, de manera repentina, desesperado. "Resulta que esta persona actúa en lugar de hablar cuando se emociona demasiado, qué tierno", pensó sonriente mientras se acercaban al lugar. 

En aquella lóbrega estancia, envuelta en el frío susurro de la noche, los besos entre Shen y Zhang se tornaron en una manifestación de pasión desenfrenada y salvaje. Sus labios se fundieron en un incontrolable abrazo, hambrientos de un éxtasis que solo el otro podía brindarles.

Los besos se sucedían con una urgencia insaciable, como si cada uno de ellos fuera la promesa de una liberación anhelada. Las bocas se devoraban en una danza feroz, sus alientos entrelazándose en una sinfonía de deseo y desenfreno. Sus lenguas exploraron la cavidad contraria.

Con manos temblorosas de emoción, se despojaron lentamente de sus ropas, revelando la sensualidad y la intimidad que ardía en sus cuerpos. Shen, con su piel albina, irradiaba una suavidad exquisita que invitaba a ser acariciada, mientras que Zhang exhibía un abdomen marcado, delineado por el esfuerzo físico.

El torso de Zhang, firme y esculpido, revelaba la fuerza y el poder que residía en su cuerpo. Cada músculo delineado, desde los pectorales hasta los abdominales, evocaba una mezcla de admiración y deseo en Shen. Sus ojos se deleitaban al seguir las líneas de aquel abdomen marcado, una invitación tentadora a explorar y saborear cada rincón.

Zhang observó con deleite el cuello, esbelto y delicado de Shen, la suavidad de su piel enmarcaba su clavícula, resaltando su curvatura elegante.

Los pezones de Shen, rosados y tentadores, se erigían como joyas sensuales en medio de su piel nívea. Eran botones de excitación, dispuestos a ser descubiertos y acariciados. La visión de esos pezones erectos despertaba una lujuria primitiva en Zhang, quien anhelaba sentir el roce de sus labios y la calidez de su lengua sobre aquellos puntos de placer. La delgada y firme cintura de Shen reclamaba ser envuelta, sus piernas largas y esbeltas sugerían ser acariciadas. Cada curva y cada detalle de Shen se sumaban a la irresistible seducción que emanaba de su cuerpo. Su belleza despertaba un deseo insaciable en Zhang, quien se dejaba llevar por la pasión y el éxtasis compartido en su encuentro íntimo.

Cada caricia era un encuentro eléctrico que avivaba su deseo mutuo. 

En cierto punto, Shen percibió vacilación en los movimientos de Zhang, sintió su corazón llenarse de ternura. Sin poder resistirse, tomó su rostro entre sus manos y depositó un suave beso en su frente, sus labios rozando su piel con delicadeza.

Con una mirada intensa y llena de complicidad, le aseguró que él se encargaría de todo. Sus palabras, cargadas de amor y confianza, despertaron una chispa en el corazón de Zhang.

Entonces tumbó a Zhang en la cama y se posó encima con una sonrisa pícara, luego apuntó la erección de Zhang a su agujero, tuvo algo de dificultad al meterlo pues debido a los fluidos estaba resbaloso, el tamaño también lo complicaba ya que cuando hubo entrado la punta, parecía no caber más. 

Zhang no quería herir de ninguna manera a Shen, por lo que al notar ello planeaba pedirle que se detuviera pero antes siquiera de que abriera la boca, Shen tuvo éxito. 

Ambos cuerpos se estremecieron. Shen intentó acostumbrarse al objeto extraño moviéndose lentamente, ignorando que esto sólo alargaba más el exquisito placer que sentía Zhang, el cual sin poder evitarlo y en busca de una estimulación más constante comenzó a mover sus caderas embistiendo más profundamente su erección palpitante en Shen. Provocando que este no pudiera evitar soltar encantadores gemidos de placer.

A medida que se adentraban en la intimidad compartida, Shen y Zhang descubrían las partes erógenas de su amante, provocando respuestas sensoriales que los envolvían en un torbellino de placer. 

Las respiraciones agitadas inundaron cada parte de la pequeña habitación. Shen intentó contener sus gemidos pero sólo provocaba que salieran más seductores. Teniendo esto como respuesta las rápidas arremetidas de Zhang, cada tanto cambiaban de posición en busca de una que los conectara por completo.

Cada beso y cada caricia en los labios sensuales de Shen despertaban fuego en su ser, invitando a Zhang a explorar la pasión contenida en ellos. Las manos de Zhang se aventuraban por el cuerpo de Shen, acariciando suavemente las zonas erógenas que conocía tan bien, desencadenando olas de placer y deseo en ambos.

La conexión entre sus cuerpos se intensificaba a medida que se exploraban mutuamente, entregándose a la exquisitez de los momentos compartidos. Las caricias en las áreas más sensibles, el roce de la piel, las miradas cargadas de lujuria y la sincronía de sus movimientos, todo contribuía a crear una danza de pasión y entrega.

En ese éxtasis compartido, Shen y Zhang se perdían en la cascada de sensaciones, explorando los límites del placer y descubriendo los secretos que se ocultaban en cada rincón de sus cuerpos. En ese espacio de intimidad, se entregaban el uno al otro sin restricciones, encontrando en la unión de sus cuerpos una fuente inagotable de deleite y satisfacción.

Los cuerpos entrelazados y desordenados continuaron fundiéndose apasionadamente, durante el resto de la noche. 

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