Shen despertó súbitamente, al mirar a su alrededor se halló en un espacio en blanco.
Por un momento olvidó incluso quién era. En ese estado comenzó a deambular sin rumbo.
De pronto, vio a lo lejos un podio en el cual descansaba un libro. Shen sintió una inexplicable atracción por el libro, así que cautelosamente se acercó, sintiendo una extraña sensación al acortar la distancia.
Por fin, cuando lo tuvo enfrente, quedó cautivado por la hermosa encuadernación, las letras doradas y con relieve que adornaban la portada rezaban "La leyenda del guerrero dragón".
Esta simple frase actuó como catalizador de una abrumadora tormenta repentina de escenas de una vida que parecía ser suya. Provocando que se mareara y sintiera un dolor desagradable en la cabeza, esta sensación se detuvo repentinamente después de un par de segundos, dejando a Shen confundido. Ahora tenía trozos confusos de recuerdos de quien era, su nombre, su posición como príncipe de una ciudad y un nombre que no recordaba a quién pertenecía: Zhang.
Entonces, volvió su atención nuevamente al libro, las letras doradas lo intrigaban mucho, sentía que había oído ese nombre antes. Al parecer se trataba de una novela en la cual un héroe, llamado Po, derrotaba a un villano, el príncipe de la ciudad de Gongmen, guiada por una adivina para descubrir la matanza de Shen de la aldea Panda.
Al terminar la novela guardó silencio por un largo tiempo. Fue recuperando sus recuerdos a medida que avanzaba en la lectura. Jamás había experimentado una ira como la que en ese instante parecía poder matarlo. La cual se combinaba con un profundo pesar que parecía calcinar lentamente su alma. Un sentimiento de profundo odio lo inundó, pero no sabía a quién iba dirigido, ¿Al autor de la novela o a sí mismo?
En algún momento el libro junto al podio desaparecieron. Este asunto fue opacado por una avalancha de preguntas. ¿Su vida era una mentira? ¿Por qué en la historia era el villano? ¿Por qué no se revelaba toda la verdad? La idea de que su realidad fuera sólo producto de una novela le era imposible de asimilar.
Pero, fue incapaz de profundizar en estas reflexiones pues un profundo vacío lo inundó. No podía evitar repasar una y otra vez los momentos que pasó con Zhang.
Al pensar en él se sentía tan inquieto y ansioso. Y, por primera vez, tuvo miedo de sí mismo. Cuando acabó con su vida no podía controlarse, se odiaba. Con un deseo desesperado de deshacer sus acciones comenzó a llorar, mientras apretaba los puños fuertemente. Daría lo que fuera por empezar de nuevo, por verlo otra vez.
Pasó en aquel espacio mucho tiempo pero le era imposible medirlo. Atormentado por los recuerdos de su vida y la sangre derramada por su causa. El dilema que lo encapsuló en su tragedia parecía ahora tan ridículo. Al parecer todo estaba planeado maquiavélicamente para la victoria del héroe de una novela de acción. Nada tenía sentido y lo único que lo tuvo alguna vez ahora no existía porque él lo había destruido.
Al llegar siempre al mismo punto, no podía evitar deshacerse en llanto y gritos de furia a la nada. Los recuerdos de su vida parecían tan vívidos ahora, lo atormentaban. ¿Por qué debía ser el villano? ¿Quién decidía su destino? ¿Podía cambiarlo y revelarse? ¿Podría revertirlo? ¿Tenía sentido preguntarse todo esto?
El impacto de esta situación fue tremendo, temblaba por las intensas sensaciones que experimentaba al recordar su vida, el dolor, la tristeza, la alegría, la culpa, todo.
No sabía si dormía o perdía la consciencia por el cansancio, aunque nunca experimentó hambre o sed, se sentía muy cansado siempre. Sólo al dormir se libraba de cualquier pensamiento y sensación. Si pudiera retroceder, se encargaría de protegerlo a él y nada más.
Había entendido que una fuerza mayor lo condenaba a cometer los errores necesarios para convertirse en un villano. Si pudiera volver, renunciaría a cualquier resistencia a su papel, sólo para protegerlo. Si pudiera volver no cometería los mismos errores, encontraría una manera, no se dejaría llevar por la oscuridad conveniente para el desarrollo de su mundo.
Buscó desesperado una salida, un responsable, pero por más que andara, corriera o gritara no hallaba nada diferente, solo un espacio indistintamente blanco. Intentó incluso suicidarse, pensando que al menos así se libraría de esta tortura. Se desgarró la garganta con sus propias manos, cortó a mordiscos las venas de sus muñecas, se golpeó la cabeza contra la superficie que hacía de suelo manchando todo de rojo y sin obtener ningún resultado más que dolor.
Pero había llegado a un punto en el que ya ni siquiera eso importaba. Su cuerpo se regeneraba cada vez. Entonces gritaba desesperado intentando evitarlo. Pero no importaba cuánto se desangrara aún no moría. Los arañazos, mordiscos en su cuerpo y el arrancarse partes del mismo no parecían, excepto por el dolor, hacer alguna diferencia. No tuvo más opción que aceptar que no podría morir.
Así, permanencia mucho tiempo en la misma posición, mirando al vacío con la mente en blanco. El tiempo le había dado espacio para reflexionar sobre sus acciones. Con respecto a Zhang, había llegado a la conclusión de que al parecer le causaba tanto conflicto interactuar con él porque sólo en sus ojos hallaba un reflejo fiel de quien realmente era. Tenía miedo de creer en lo que veía, ¿Podría alguien así sobrevivir en el cruel palacio? Pero le era imposible no hacerlo, pues la presencia de Zhang parecía seducir su mente a creer que el mundo podía ser bello, la vida podía ser sencilla, lo motivaba a desear peligrosamente ser feliz junto a él.
Había crecido en un entorno tan podrido el cual lo había condicionado a temer todo símbolo de esperanza, pero como una polilla le era imposible vivir sin esa luz.
Así, en su mente vacía se colaba frecuentemente ese nombre y sólo pensar en él podía aliviar un poco su agónica existencia.