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Lluvia

Narra Anya

Por fin, después de haberlo persuadido lo suficiente, Dante iba a contarnos su pasado, lo que lo llevó a ser un vigilante clandestino que merodea la ciudad por las noches, buscando a criminales para detenerlos y evitar que cometan delitos de distintos tipos, debo admitir que estaba un poco nerviosa.

—Debo advertirles, lo que escucharán no van a ser recuerdos felices en su mayoría, por lo que probablemente vayan a pensar mal de mí, solo les pido un poco de comprensión, no es fácil para mí recordar todo esto.

—Descuida mi amor, te conocemos, lo que hayas hecho o te haya pasado antes no cambiará la impresión que tenemos de ti ahora, solo veremos una parte de ti que no conocíamos, es todo.

—Bueno, yo no puedo prometerte eso…digo, si nos vas a contar que eras un asesino o un criminal y de repente decidiste hacer el bien pues si me haría verte diferente…todo depende de qué cosas nos vas a contar —dijo Taylor.

—Es entendible, se los pido no porque espero que acepten cualquier cosa de mí, sino porque no quiero perderlas.

—Descuida…si te hemos insistido tanto es porque queremos saber…y apoyarte en la medida de lo posible.

—Gracias Tay… —Dante se sentó en el sofá, nosotras nos sentamos en los sillones frente a él, vi como el frotaba sus manos, un signo de nerviosismo en él, suspiró pesadamente y procedió— Bueno, empecemos por el principio…

 

 

 

 

Yo era tan solo un niño, mi vida no era la gran cosa, era una vida normal tirando a promedio, salvo por un pequeño detalle…mi padre era un héroe de guerra.

El gran Tom Specter, héroe nacional, conocido por ser el hombre que puso fin a la Guerra de Especies, entre humanos y furries, o al menos eso es lo que siempre se dijo, tuvo una misión cuyo éxito fue clave para que el bando de los furries perdiera, y su objetivo de ser la especie dominante del planeta Tierra fracasara junto con ellos.

A pesar de su fama, yo nunca disfruté de las mieles de la misma, mi padre siempre quiso mantenerse en el más absoluto anonimato, porque no quería ser un blanco de represalias, y que nosotros también lo fuéramos, así que siempre renegó de cualquier perfil público multitudinario que lo expusiera a él y a su familia.

Sinceramente, en esa época, no entendía el porqué de esto, digo, no nos iba mal, nunca nos faltó nada fundamental, techo, ropa, medicina, comida, educación, pero sabiendo lo que mi padre fue, lo que mi padre sacrificó, veía como una estupidez que no sacara provecho de eso, lo que provocó que desarrollara cierto rencor hacia él, aunque eso no me impidió quererlo y admirarlo, no tanto para ser como él…sino para ser mejor que él.

A pesar de su negativa, el ejército de este país siempre le dio ayudas y favores que, de no ser por su legado, ni en un millón de años habría podido recibir, aunque bueno, es obvio que nada de eso era gratis, siempre traía un precio.

Producto de eso, a mi padre se le encomendaron muchas misiones importantes, pero había una que sobresalía sobre las demás, esta requería que se estableciera en Japón, por lo mismo, no quería aceptarla, porque eso supondría un cambio de vida para mi madre y para mí, tener que adecuarnos a un país y una cultura completamente distintas, pero mi madre le insistió en que no dejara pasar la oportunidad, y dicho y hecho, decidió tomarla.

Ya habíamos estado en más países, e íbamos a visitar más durante nuestra estadía en Japón, pero una cosa era visitarlos temporalmente y otra muy distinta hacer vida en otro país de forma permanente.

No tengo muchos detalles de la misión en cuestión, él no compartía mucho de su trabajo conmigo, y dudo que con mi madre lo hiciera, lo poco que sé es gracias a mis contactos, y a las habilidades que he ido adquiriendo con el tiempo. El objetivo principal era desmantelar cualquier remanente del ejército enemigo, cualquier despojo que quedara de la Causa Supremacista Furry, porque contrario a lo que muchos piensan, seguían estando ahí.

Mi padre era bueno en su trabajo, le gustaba hacerlo, prueba de ello es que casi lograba cumplir su misión con éxito…casi.

 

 

—Vamos Dante, hagamos algo divertido para variar, tú solo quieres estar metido aquí.

—Eso no es cierto, Mina, también sé divertirme.

—¿A poco? No recuerdo ni una sola cosa divertida que hayas hecho.

—No exageres.

—Vamos ¿Qué tienes que perder? No siempre puedes adelantar tarea aquí, hazla cuando estés en casa, como todos los demás.

—Bien, si eso hace que me dejes de joder, vamos, te acompaño.

—¡Excelente! De eso estaba hablando.

Tal vez tenía razón y debía despejar mi mente un rato, no podía vivir solo estudiando, tenía que hacer más cosas, supongo.

No era muy aficionado a los videojuegos, hasta que conocí a Mina, que era una aficionada acérrima a estas cosas, gracias a ella aprendí a jugar, probé varios títulos, y me empezaron a gustar. Le debo eso, que me obligara a acompañarla me permitió conocer ese mundo, aunque tristemente, no fue para siempre.

—¿A qué te refieres?

—Ya no me gustan esas cosas Dante, son para niños, yo ya estoy grande para esas cosas.

—Mina, tienes 11 años, sigues siendo una niña.

—¡Claro que no! Tú no lo entenderías, los chicos maduran más tarde que las chicas.

—Eso no importa, tú eras la que siempre me insistía para ir a esos lugares ¿Y ahora resulta que ya no te gustan los videojuegos?

—Así es, y tampoco quiero que me vean contigo.

—¿Por qué? ¿Qué hice ahora?

—Nada que te importe, ahora déjame en paz, tengo que ir con mis nuevas amigas, tendremos una pijamada en casa de una de ellas, así que no molestes.

Y en cuestión de un año, cambió por completo, ni siquiera sabía si era la misma chica que había conocido todo este tiempo, parecía una persona completamente diferente. Madurar, si como no, solo era mayor que yo un año, ni que me sacara tanta diferencia en ese corto período de tiempo.

Aún sin ella, seguí jugando videojuegos, aunque esta vez solo, me dio tiempo a aprender cosas por mi cuenta, y que se volviera un pasatiempo propio, más que algo que hacía solo por acompañar a alguien. ¿Qué será de ella? No lo sé, ni me interesa saberlo, no le guardo rencor, pero sería ridículo preocuparme por alguien que probablemente ni me recuerde.

Pero si me enseñó una valiosa lección, debes estar preparado para el cambio, porque da igual lo que digas o lo que hagas, el cambio siempre estará acechando tu vida, sea para bien o para mal, pero el cambio es la única constante, por más contradictorio que parezca.

Obviamente, eso lo aprendí con el paso del tiempo, a mis 10 años no iba a poder comprender todo eso, yo estaba furioso, sentí que Mina me había traicionado y me había dejado solo y a mi suerte, pensaba que era lo peor que me podía pasar, me equivoqué.

—Está lloviendo, Dante, lleva un paraguas.

—No está lloviendo tan fuerte, papá.

—¿Y? Te puedes resfriar, no quiero que te enfermes, los exámenes finales están a la vuelta de la esquina, no puedes suspenderlos.

—No exageres, no me voy a resfriar.

—Hijo, por favor, hazme caso, lleva paraguas.

—Bien, bien, como digas.

Fui a la sala a buscar algún paraguas, tomé el primero que vi, era uno de color negro.

—¿Ves? No era tan difícil.

—¿Bromeas? Voy a tener que andar con este estorbo todo el día, y todo por unas gotitas de lluvia.

—Ey, eres cargamento valioso, hijo, un resfriado puede parecerte poca cosa, pero no lo es, sé lo que te digo.

Solo asentí, no le dije nada más, sentía que si le decía algo iba a ser negativo nada más, por lo que me resigné y empecé a salir de la casa.

—Adiós hijo, cuídate.

—Claro papá, nos vemos.

Y sin más, me fui a la escuela, ese día mamá tuvo que irse más temprano de lo normal a su trabajo, por lo que no pudo ir a dejarme a la escuela, así que me fui solo ese día.

No pasó nada fuera de lo normal, excepto porque desde que salí de la casa, tuve la extraña sensación de que me estaban observando, veía a mi alrededor y no veía nadie sospechoso, lo más "extraño" eran los furries de la zona, en ese entonces yo era poco consciente de lo que significaba ser un furry, por el contexto de la guerra tendía a verlos como enemigos, como seres que no eran de fiar, era un niño, no me puedo culpar por pensar así.

Al llegar al colegio, me sentí mucho más seguro, guardé mis cosas en mi casillero, me cambié de zapatos y me fui directo al salón, ahí me estaba esperando mi mejor amiga, Glorland.

No éramos muy populares en nuestro salón, al ser extranjeros siempre nos veían con cierta animadversión, como si fuéramos furries, una especie distinta, cuando simplemente éramos de otro país, supongo que esa era la razón que no tuviera más amigos, no es como que fuera asocial y no hablara con la gente, o me diera miedo o me disgustara, simplemente no había nadie en quien pudiera confiar y que de verdad sintiera como una amistad real, y la que evitó que pasara solo todo ese tiempo fue ella.

—Por fin llegas, eh.

—No me molestes.

—No te estoy molestando, te estoy saludando.

—Pues sonó a que me querías molestar.

—Nah, aún es muy temprano para hacer eso jajaja.

—Primero mi padre, y ahora tengo que aguantarte a ti.

—¿Qué hizo tu padre?

—Estuvo insistiendo en que me trajera un paraguas, por una simple llovizna, y ahora tengo que cargar con eso en mi regreso a casa.

—¿Es en serio? ¿Le hiciste drama a tu padre por eso?

—Pues sí.

—No seas ridículo, él solo se preocupó por ti, que pinche malcriado eres.

—Ah vamos, como si tú no fueras igual con tu padre.

—Es diferente, él sí me saca de quicio.

—No me jodas, tu padre es un gran sujeto, siempre lo ha sido, siempre busca lo mejor para ti.

—Mentira, busca mantenerme atada toda la vida, no quiere que me una al ejército, no quiere que le colabore en nada, solo quiere que me limite a ser una niña de hogar, de familia, y eso es aburrido, quiero ser como él, una militar fuerte y que derrote a los malos.

—Te entiendo, pero vamos, sabes que es algo peligroso.

—Da igual, mis padres no criaron a una cobarde.

—No, solamente a una niña caprichosa e insoportable.

—¡No lo soy!

—Jajaja.

Nuestros padres son mejores amigos desde conocieron en la guerra, hace muchos años, ambos pudieron hacer sus vidas una vez la guerra acabó, conocieron a nuestras madres y nos tuvieron a nosotros después de mucho tiempo, así que conozco a Glorland desde que tengo memoria, siempre hicimos todo juntos, igual que nuestros padres, por eso es que ella también está aquí, porque a su padre también lo asignaron con mi padre en la misión de erradicar a los supremacistas furries.

Ese día transcurrió normalmente, sin muchos contratiempos, al menos hasta que fue la hora de salida, fue cuando se pudrió todo.

Mi mamá pasó por mí en su auto, le platiqué de cómo me había ido, ella me recriminó por el "desacuerdo" que tuve con mi padre hoy, intenté explicarle mi punto, pero no me entendió, así que me resigné a tomar el regaño y ya.

Al llegar a casa, entramos y todo siguió su curso natural, me cambié, me eché una pequeña siesta e hice mis tareas, a eso de las 6:30 pm mi mamá me llamó a cenar, sorprendentemente, mi padre no había llamado ni nos había enviado mensajes en todo ese tiempo, cuando lo normal era que, si lo hiciera, aun así no nos alarmamos.

La cena pasó, seguí con mis tareas y ya casi era hora de dormir, 8:30 pm, sin señales de mi padre desde la mañana, algo no estaba bien. Yo me empecé a preocupar, recuerdo que le pregunté a mi madre y ella me tranquilizó diciendo que probablemente estaba ocupado.

Pero la calma no duró mucho, ya eran las 11:00 pm, y mi padre, no aparecía, mi madre llamó al padre de Glorland para preguntarle, pero él no sabía nada, por lo que no nos pudo decir mayor cosa, eso solo nos preocupó aún más.

Las horas pasaban y la aflicción solo iba en aumento, no sabíamos nada de mi padre, y no sabíamos qué más hacer, por lo que solo nos quedó esperar.

—¿Aún nada?

—No hijo, todavía nada.

—Mamá… ¿Crees que papá estará bien?

—Si hijo, recuerda que él es fuerte, puede cuidarse solo, así que me imagino que está bien —dijo, mientras sonreía forzadamente, se notaba que se sentía preocupada.

No pudimos dormir en toda la noche, apenas cerrábamos los ojos solo podíamos pensar en mi padre, no sabía qué le había pasado, no es que no hubiera llegado tarde otras veces, pero esta se sentía diferente, una cosa era llegar a las 10 o a las 11, pero más allá de la madrugada era un terreno inexplorado.

El reloj marcaba las 2:00 am, y por fin, recibimos una llamada, era el padre de Glorland.

—¿Aló? ¿Harold? Si, soy yo, Denise, dime lo que sabes.

Me le quedé viendo a mi mamá, con una mirada expectante en mi rostro, tratando de descifrar el de ella.

—Ajá…ya veo…si…si yo…yo le digo…gracias…nos vemos…

Seguía viendo a mi madre, esperando por una respuesta, hasta que por fin las palabras salieron de su boca.

—Tu padre…él…ha muerto…

 

 

Estaba desvelado, destrozado, desganado, destruido y desdichado, no entendía porque mi padre lo había hecho, no creí que fuera capaz de eso, hasta ese momento creía que el suicidio era simplemente un mito, esa noche confirmé que no, que la gente si hacía eso.

El funeral de mi padre tuvo bastantes asistentes, pero nada de eso me importaba, solo quería salir corriendo de ahí, ver el cuerpo de mi padre, yaciendo sin vida, en un ataúd, que sería enterrado 3 metros bajo tierra, era algo que no quería presenciar, pero sabía que no podía dejar a mi madre pasar por eso ella sola, ya que también estaba dolida, obviamente.

De no ser por Glorland, probablemente me habría quebrado, pude mantenerme relativamente fuerte gracias a ella, que me dio su mano para que pudiera resistir esa tortura.

De resto no recuerdo mucho de ese funeral, solo sé que estaba con el corazón roto, sin ganas de seguir viviendo, arrepentido, de que desaproveché la última chance que tuve de hablarle a mi padre, que fui rudo con él, y que ahora ya no estaba en este mundo, por eso la lluvia me recordaba a él, y a ese fatídico día, con el tiempo he ido superando eso pero, mentiría si dijera que no siento nada al ver la lluvia.

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