De manera distraída, Feng Wu comenzó a resoplar suavemente mientras hacía un mohín.
—Tienes mucho que decir. ¿Te importo tanto? —sin aviso, Lu Ming estaba susurrando en su oído.
Feng Wu fue tomada por sorpresa y se asustó, casi gritando en voz alta. Su pequeño rostro se sonrojó furiosamente mientras le lanzaba a Lu Ming una mirada venenosa. —¿Qué tonterías son esas? ¿Quién se preocupa por ti? Si no fuera por la orden de Bis Sis Mu Lan, si no fuera porque me rescataste, ¡no me habrían importado una m*erda sobre ti!
—¡Oh! ¡Así que es! —Lu Ming chasqueó la lengua y miró hacia otro lado.
¡Uf!
Feng Wu soltó un suspiro suave. Aun así, por alguna razón, su corazón no dejaba de latir aceleradamente.
Al poco tiempo, llegó otro grupo. Eran los aprendices de la Sala de la Tortuga Ónix.
Los cuatro salones estaban todos presentes.
Lu Ming y Feng Wu contuvieron la respiración mientras miraban hacia adelante.
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