Aunque Marlo se había declarado Rey, y Nueva York había pasado de ser un estado a un país independiente, prácticamente no hubo cambios en la forma en que se operaba. No se cambiaron leyes, no se crearon nuevos órganos gubernamentales y nadie obtuvo privilegios especiales.
Aún así, para la gente de la Tierra, un cambio tan drástico de la noche a la mañana era demasiado para aceptar. Al día siguiente, estallaron disturbios y protestas que llenaron las calles de Manhattan. Sin embargo, en lugar de dispersarlos, la policía solo mantuvo la paz. Al final del día, el Gobernador de Nueva York hizo un anuncio que, en resumen, declaró que aceptaran o rechazaran la verdad, no había diferencia. Todo el mundo estaba cambiando, y no solo Nueva York, y ellos podían aceptar los cambios o probar su suerte.
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