El silencio que siguió a la intensa batalla contra el Jefe se cernía sobre la habitación, ahora llena de escombros y mucha mana todavía disipándose.
Kaizen y Xisrith, jadeantes y un poco magullados, miraban a su alrededor, evaluando el resultado de la lucha. Esta vez, el Guardián del Tiempo había sido definitivamente derrotado.
Kaizen se acercó a Xisrith, su rostro mostraba una sonrisa de alivio. —¿Estás bien? —preguntó, preocupado por sus heridas.
Xisrith asintió, aunque su respiración era pesada. —Estoy bien, Kaizen. Fue una pelea dura, pero lo logramos. Ese Guardián del Tiempo era realmente poderoso.
—Sí, lo era, pero míranos, hacemos un buen equipo.
—Salvaste mi trasero y yo solo aproveché los huecos que encontré.
—Normalmente tengo que guiar a otros para que aprovechen los huecos que abro. Es el doble de cansado, por eso me gusta jugar solo —dijo Kaizen.
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