Kaizen sintió un escalofrío al mirar a los ojos de Orddiar. Con toda su experiencia de vida, no fue difícil ver que este hombre no era un simple apostador con la profesión de sacerdote arrepentido, sino un asesino despiadado que no dudaría en matarlo, incluso si se sentía un poco culpable al respecto.
Se miraron el uno al otro durante unos segundos en la iglesia, y Kaizen se dio cuenta de que no había otra manera. Tendría que luchar contra este chico.
De repente, una larga hoz apareció en la mano de Orddiar, y en un movimiento rápido, la lanzó hacia Kaizen mientras este se giraba. Kaizen logró esquivarla agachándose, y la hoz cortó el aire con un silbido afilado, golpeando la gran puerta de la iglesia justo detrás de él y destrozándola en docenas de pedazos.
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