Al llegar a Dwargon el grupo se dividió en dos, con Sebastián yendo a reunirse con los dueños de grandes firmas de herrería y Max y Severus yendo a reunirse con Lily la Alquimista.
El taller oficial de Lily estaba lleno de representantes de varias facciones a quienes se les negó la entrada a su laboratorio, pero incluso fuera había una intensa competencia entre todos ellos.
Con todos vestidos con túnicas planchadas y accesorios bañados en oro, todos se juzgaban mutuamente y la capacidad de la organización detrás de ellos.
Aunque Lily era valiosa, no lo era lo suficiente para las grandes corporaciones alquímicas o facciones como para enviar a sus jefes o patriarcas personalmente, por lo que, entre el mar de reclutadores profesionales, Max era el único verdadero Señor.
Fue solo después de ver la multitud que Max se preguntó si había sido una buena decisión venir personalmente, ya que seguramente se reflejaría mal en su reputación.
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