Mientras salían de la habitación del Hombre Bestia, la pareja se dirigió a su habitación para cambiarse. Después de hacerlo, lo cual solo implicaba desvestirse de su ropa formal y volver a equipar su armadura, la pareja ya se sentía más a gusto.
Phoenix notó una notificación parpadeante en su interfaz de mensajes y la abrió. Vio que su único teniente había dejado un mensaje y lo leyó rápidamente.
Sus ojos se abrieron de par en par, al igual que su sonrisa.
—¡He encontrado algo que hacer! —exclamó cuando salieron de su habitación.
Los guardias los saludaron, un poco sorprendidos por su atuendo de combate. Sabían que los monarcas eran capaces de combatir, pero no estaban en guerra ni nada por el estilo.
Era raro que los soberanos se pusieran en peligro voluntariamente si no había necesidad. Pero con el tiempo llegarían a saber que sus monarcas no eran reyes y reinas comunes y corrientes.
Astaroth miró a Phoenix, levantando una ceja.
—¿Hmm? ¿Qué es eso? —preguntó.
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