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—¿Qué crees que estás haciendo? —rugió el Zantur, solo para que Tac Lec respondiera con un encogimiento de hombros.
—No te entrometas en mi pelea, bastardo —maldijo Tac Lec antes de volver a enfrentarse a Taros.
Taros apretó la piel congelada de su pecho con firmeza. Luego emitió un gruñido antes de arrancar la piel congelada de su cuerpo.
La sangre se derramó en el suelo y gritos de sorpresa resonaron en el aire, pero a Taros todo eso le daba igual. Sacó un gran trozo de carne morada y brillante de su Runa de Guerra y se la devoró de un bocado.
Segundos después, sus venas se hincharon y sus músculos se tensaron, mientras la hemorragia se detenía. La piel de Taros se regeneró en segundos, sanando rápidamente.
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