—Asombroso… —Los ojos de Adrien estaban muy abiertos mientras veía a sus aliados ser convertidos en una abominable compresión de sangre y carne.
El cubo que contenía sus restos flotaba en el aire para que él lo viera, y lo observó todo en perfecto silencio.
—No pude salvarlos —pensó para sí mismo, separando los labios en señal de desconcierto—. El perpetrador debió haber sabido, o al menos contado con, que sería así.
También estaba el hecho de que los Dragones habían sido asesinados de tal manera que él no podía obtener suficiente material para usar en su Nigromancia.
—¿Sabrán que soy un Nigromante... o es todo esto una coincidencia? —Parecía ser más que una coincidencia, especialmente considerando el valor que los Comandantes habrían tenido como sus Centinelas No-muertos. Habrían sido activos indispensables, y ahora... estaban completamente desperdiciados.
Adrien tuvo que considerar la posibilidad de que el perpetrador tenía que saber algo.
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