Cuando se mencionó al pintor en la conversación, ella se preguntó si era el mismo pintor que había pintado casi todos los cuadros en la galería. Ian mencionó que el pintor estaría desconsolado y pensó que si ella fuera pintora se sentiría triste al descubrir que su pintura había sido arruinada.
—¿Puedo ver el cuadro? —preguntó ella, sus pasos no avanzaban aunque lo pidiera debido a la corta distancia.
Ian se acercó para observar mejor su rostro. La pequeña nariz que ella tenía le daban ganas de pellizcarla y sus labios, que eran rosados y carnosos, se veían muy deliciosos. Sostenía el cuadro en su mano y juguetonamente lo acercó a la mano de ella antes de retirarlo de nuevo. Elisa parpadeó al ver cómo el cuadro que estaba a punto de alcanzar su mano fue tomado de nuevo.
—¿No me crees? —preguntó él, mezclado con el sonido de una voz decepcionada.
—Me preguntaba qué cuadro era y si podría ayudar a arreglarlo —respondió ella, llevando su mano sudorosa a apretar su otra mano.
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