Íleo la ayudó a bajar de la escoba. Su cabello, que estaba tan bien trenzado, estaba desordenado, al igual que el de él. Todo en ellos lucía... como si hubieran sido azotados por el viento. Las lágrimas que ya se habían secado dejaron manchas en sus mejillas. Él movió sus dedos y sombras saltaron de su ser. Acariciaron su piel y para cuando se alejaron de ella, lucía tan radiante como cuando dejó el palacio. Él acarició sus mejillas con el dorso de sus nudillos.
—¿Nos vamos, mi princesa? —preguntó mientras enrollaba sus dedos debajo de su barbilla. Ella parpadeó en respuesta y él se inclinó para plantarle un beso en los labios. Dioses, ¿se sentía orgulloso de ella? Ella lucía hermosa. Volviéndose hacia Aidan, quien los esperaba, preguntó, —¿A dónde tenemos que ir?
—Han organizado un evento en el salón comunitario, mi señor. —El salón comunitario estaba en el centro del Nivel tres, un camino serpenteante cuesta abajo.
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