—¡Sí lo hice! —gritó Anastasia—. Bastardo cruel.
—Buena chica —respondió él tranquilamente con una sonrisa y luego volvió a sus caricias.
Ella estaba a punto de llegar al clímax cuando un golpe sonó en su puerta.
—¡No, no! —dijo ella para ahuyentar a quienquiera que estuviera en la puerta.
La lengua de Ileus era implacable. Sus piernas comenzaron a temblar. La chupó hasta que la tensión que se había enroscado en su vientre se desenrolló y el placer estalló por su cuerpo haciéndola no verbal. Su cuerpo se convulsionó mientras sus ojos dorados la observaban en medio del placer durante los siguientes segundos. Su erección latía con ganas de entrar en ella. Su lobo estaba satisfecho de atender a su pareja.
El toque en la puerta se hizo más fuerte. Una chica llamó desde fuera, —Princesa, ¿está el Príncipe Ileus ahí?
Anastasia lo miró con ojos entrecerrados mientras su pecho subía y bajaba. —Te están buscando —dijo—. Eso fue maravilloso. Quería más.
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