Ráild se inclinó ante ella mientras guardaba sus masivas alas negras detrás de su espalda. —¡Su Alteza! Una fría media sonrisa apareció en su rostro. —Hemos venido a llevárnosla. Sus palabras estaban teñidas de un frío sadismo amargo.
Confusión e incredulidad llenaron su mente. Reconoció a los otros como parte de su equipo de guardias. Podía sentir el pecho de Íleo elevándose con furia en su espalda. Sus hombres estaban justo detrás de él y sabía que frente a estos Fae, no tenían oportunidad. Un escalofrío recorrió su columna. ¿Cómo diablos se habían enterado de que ella estaba justo allí? Y el retumbar que había estado oyendo—estaba asociado con su llegada.
—¿Qué hará la princesa? —Íleo susurró, inclinando su cabeza cerca de su oreja—. ¿Quiere regresar?
—¡Eso es estúpido de pensar! —Ella espetó, su voz cargada de calor.
—Si se va con él ahora, será muy bien recibida en Vilinski, Anastasia —él sugirió a través de sus mandíbulas apretadas.
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