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—Lord Edgar, ¿le importaría entrar un momento? —preguntó Emmelyn a Edgar después de bajar del carruaje. El cochero rápidamente ayudó a tomar sus cosas del interior del carruaje y las llevó al castillo.
—Sí, Su Alteza —dijo Edgar educadamente. Se bajó de su caballo y siguió a Emmelyn dentro del castillo. Roshan y varios sirvientes los recibieron con rostros radiantes.
Hacía tiempo que no veían a su señora y comenzaron a extrañar su presencia. Así que, cuando la vieron regresar a casa, la atmósfera en el gris castillo empezó a sentirse brillante y cálida de nuevo.
—Bienvenida a casa, Su Alteza —dijo Roshan con una amplia sonrisa. Hizo rápidamente una señal y un sirviente llegó con una bandeja llena de una tetera de té de jengibre y dos tazas.
Solo con oler el distintivo té de jengibre que flotaba en el aire, Emmelyn se sintió cálida por dentro. Le encantaba esto. Siempre le recordaba a Wintermere.
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