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No eres mi hermano

 

Narra Bahar

—Nürbahar

Esa voz desagradable me hizo detenerme por un momento. Era Samira, pero no tenía ganas de hablar con nadie porque mi corazón estaba destrozado. Sin embargo, debía mostrarme calmada ante su presencia.

—¿Qué es lo que deseas? —pregunté tras voltearme hacia ella. Pensé que iba a desfallecer, cerré los ojos y respiré profundamente tratando de buscar la calma y la paciencia que no tenía.

—No hemos terminado de hablar — replicó —, así que me vas a escuchar aunque no quieras.

Me crucé de brazos y la miré detenidamente. Noté algo distinto en su mirada, era fría y maliciosa. Había demostrado su verdadero rostro, ya no me observaba con hipocresía. Las máscaras estaban demás entre nosotras.

—Dime algo, ¿por qué no le dijiste a Kemal en la situación en la que estabas tú y en la que me estabas poniendo? —pregunté curiosa— ¿Acaso tienes miedo?

Caminó hacia mí.

—No lo hice por miedo —respondió— lo hice porque Kemal es un hombre delicado y no quiero hacerle daño a tu familia. Por eso te advierto que dejes de seducirlo. O te lo prometo, no voy a dudar en gritarlo a los cuatro vientos.

Reí con diversión.

—Supongo que este es el momento en el que tiemblo, me arrodillo ante ti y te suplico que no digas nada. Me tiene sin cuidado lo que hagas, no eres más que una perra frustrada. Si no quieres salir de aquí sin Kemal, te sugiero que dejes de levantarme calumnias. Si esto llega a los oídos de mis tíos, pagarás las consecuencias.

—¿Crees que estamos en la Edad Media? ¿Crees que le tengo miedo a tu familia? Te equivocas.

—No subestimes lo desconocido —le advertí— ni siquiera sabes en qué te estás metiendo. ¿Quieres un consejo? Huye. Pero si decides quedarte y continuar con esta pelea, no te sorprendas luego de lo que pueda pasarte.

—Estoy dispuesta a correr el riesgo, no necesito tu falsa sororidad.

Reí mucho.

—¿De qué hablas? No la estoy siendo. Solo te estoy dando la oportunidad de escapar para que te ahorres la humillación.

—La única que se humilla eres tú. Deseas al hombre que me hace el amor todas las noches. Mientras tú sueñas con él, él se acuesta conmigo y me dice que me ama. Nos vamos a casar, Bahar, es un hecho y tú eres la única que va a arrastrarse por el suelo cuando me pida matrimonio públicamente.

No sabía cuántas veces más se iban a romper los pedazos de mi corazón porque estaban en ruinas esparcidos en mi pecho.

Se aproximó totalmente hacía mí, siendo cautelosa.

—Y otra cosa —habló después de su larga pausa—, si vuelves a levantarme la mano nuevamente, te haré trizas. No lo dudes.

Opté por quedarme en silencio porque estaba segura de que si hablaba las cosas se iban a poner difíciles.

La realidad es que había perdido la cuenta de todas las veces en las que me sentí miserable.

Lloré con desconsuelo cuando me encontré sola en mi habitación y volví a recordar su voz diciéndome que iba a casarse con Samira.

Me senté en la bañera, abrí el grifo y sollocé mientras el agua me empapaba. Me sentía tan patética y estúpida esperando algo que nunca llegaría, que la vida me había demostrado que no era suficiente luchar por eso, miles de veces. Que yo era una testaruda y que mi corazón no desfallecía. Está vez, las ganas de estar con la persona que yo amaba, al contrario, me demostraban cuán empeñada debía estar cada día para lograrlo.

Pero ya no tenía más fuerza. Tal vez era hora de dejarlo ir, dejarlo hacer su vida. Ya me había quedado claro que yo no tenía cabida en la de él. Habría sido demasiado doloroso ser su amante, verlo con ella, teniendo hijos y siendo muy felices.

No, yo no podía permitir una relación así conmigo. Era todo o nada.

Quería olvidar esta vida de sufrimiento, cicatrices y lágrimas. Sin embargo, estallaba en cólera porque, a pesar de que había transcurrido tanto tiempo, no lograba olvidar nada que se asemejara a una pequeña parte de mis recuerdos.

Había pecado tantas veces porque confundí la ruina y la anestesia momentánea con la felicidad.

Me quité la ropa mojada y la dejé en el piso de la bañera. Necesitaba ser una mujer fuerte. Debía apoyar a mi prima Gül, que nunca me había pedido algo y que había hecho tanto por mí. Ella debía ser prioridad en estos momentos, no yo. Tal vez esa iba a ser la última vez que estaría con su amado y debía aprovechar al máximo ese momento. Olvidarme de la tradición y entregarme al amor. Decirle cuánto lo amaba. O llegar a un acuerdo y escapar juntos.

Después de salir del baño, aproveché para ver las redes sociales, intentando distraerme. En la sección de noticias aparecieron mis amigas universitarias juntas. Ellas estaban en una foto, tomando cerveza. Sonreí, ellas eran felices por mí. Al parecer, estar soltera y ser independiente tenía más ventajas que estar casada, al menos para mí.

Aún recuerdo cuando descubrieron que estaba comprometida desde los diecisiete años. Me dijeron que estaba muy chica para el matrimonio, sin embargo, cuando supieron que no se trataba de una persona mayor, hicieron bromas al respecto.

—Qué suerte tienes —me decían.

Esas palabras eran las que mayormente me decían. Ellas envidiaban mi vida sin saber a lo que tenía que atenerme si hubieran sabido jamás hubieran deseado tener mi vida.

Le puse toda mi atención a la foto de mis amigas después de dejar un like en ella. Hubo una foto que me dejó petrificada.

Era una imagen de Kemal y yo abrazados.

La noche volver a verlo y correr a sus brazos quedó retratada paso por paso. Cuando caminé y cuando llegué a él, Kemal me rodeó contra su pecho. Incluso se podía ver las expresiones de nuestro rostro. Yo estaba llorando y él tenía los ojos cerrados.

Entré a la sección de comentarios y fruncí el ceño cuando leí la leyenda que acompañaba a la foto.

"El príncipe Kemal Demir y su hermana adoptiva, parecido al reencuentro de dos amantes. Cuando el amor trasciende sin importar que no hayan lazos de sangre."

Me llevé la mano a la boca sin poder creerlo.

En la foto se desactivaron los comentarios, así que no pude ver más y dejé mi móvil en la mesita de noche.

Tres tonos, eso fue lo que se tardó para que la foto fuera eliminada automáticamente de internet.

Mi familia era muy delicada en cuanto se trataba de nuestra reputación. Eso era algo que obviamente lo habían escrito con segundas intenciones. Incluso, si la página continuaba publicando esas cosas, sería bloqueada para siempre.

El sonido de la puerta me llamó la atención y me giré en su dirección.

—¿Puedo pasar? —preguntó mi prima con insistencia— ¿estás ocupada?

Negué con la cabeza y pude percibir que ella quería hablar sobre lo que pasó con anterioridad.

—Puedes pasar —la invité y forcé una sonrisa. Ella camino en mi dirección y se sentó en el sofá.

—Bahar, vi todo —dijo tras cerrar la puerta— vi la bofetada que le diste a esa mujer. ¿Qué fue lo que te dijo?

Me tensé y respiré profundamente, intentando esconder lo furiosa que me sentía.

—Anoche estaba con Kemal —dije después de soltar la respiración y esconder mi frustración— nos estábamos besando en el jardín y esa estúpida mujer casi nos encuentra.

Abrió los ojos con sorpresa.

—La cuestión es, Gül, que Kemal me quitó el velo de la cabeza mientras nos besábamos y no me dio tiempo cubrirme y ella dio por sentado que yo estaba seduciendo a Kemal —reí sin gracia— está demasiado ciega, Gül. Ella cree que yo soy la única que se muere por acostarse con él. Todavía no ve que su prometido también desea lo mismo que yo. Y me dijo que soy una golfa disfuncional —golpeé la mesa y me levanté, gruñendo— s, eso dijo, esa maldita. Pero se las va a pagar. Va a pagarme todas las cosas despectivas que me dijo y al igual que yo, llorará lágrimas de sangre.

Gül se quedó atónita mirándome fijamente sin saber qué decir y cómo actuar ante mi coraje. Sí, ya sabía lo que iba a decirme, diría que debía pensar bien las cosas y que intentara tranquilizarme, pero no. Era imposible hacer eso. Parecía que nada estaba a mi favor. Por un lado, estaba esa sirvienta Mónica, que supe que no se había presentado a trabajar porque estaba indispuesta y que, en su lugar, enviaría a su hija Polina de sustituta. Algo tramaba ella.

—Y no solo eso —reí como una verdadera maniática— esa ama de llaves nos vio a Kemal y a mí en una posición que para ella es indecente.

—¿Qué? —el rostro de Gül palideció ante esa noticia.

—Sí —afirmé— y ahora resulta que intenta extorsionarme con diez millones de dólares. Pero no le daré ningún centavo. No, la mataré con mis propias manos por atrevida.

—¡Bahar! —se levantó— baja la voz, por favor, prima. Si alguien te escucha hablando de ese modo, no sabes el infierno que se desataría.

Me moví de un lado hacia otro inquieta y ese nudo no dejaba de aprisionar mi garganta.

—Lo peor es que... —se me rompió la voz— la felicidad me duró muy poco, Gül. Él me dijo que se iba a casar con ella y me propuso que fuéramos amantes.

Gül se aproximó hasta mí para abrazarme.

—Y mamá... —continué con voz llorosa— cada vez que quiero castigarla y hacerla sentir remordimientos, la que termina hecha pedazos soy yo. Porque cada vez que le hablo de mi bebé, le doy una oportunidad a que sea más cruel que la última vez. Le doy la oportunidad de que me destruya nuevamente. Ella mató a mi niña, ella lo hizo, y luego que Kemal lo supo, le dijo que yo había abortado por voluntad propia, omitiendo que fue su decisión y quedando como la heroína que apoyó a su hija.

—No deberías hablarle sobre eso, Bahar. Sabes que la que siempre termina triste eres tú, la tu madre no tiene ningún remordimiento.

—Lo sé, Gül. Si tú no estuvieras aquí, no sabría qué hacer más que tragarme está pena y ahogarme en el alcohol.

—Puedes decirle la verdad y desenmascarar a Melek. No tienes de qué preocuparte por lo que pueda pasar.

—No, Kemal no va a creerme. Pero no quiero que haya un escándalo. Conozco a él como la palma de mi mano y cuando enfurece pierde los estribos. ¿Imagínate que se desataría si le digo que Melek mató a nuestra hija? Las cosas cambiarían drásticamente y yo no quiero eso. Lo que sé es que y no la quiero en mi casa, le dije que se fuera. Ya no la soporto.

—No estoy de acuerdo, Kemal te ama.

—Eso no cambiaría nada.

—Cambiaría la percepción que tiene sobre ti.

Negué y respiré profundamente.

—Bahar, estás en serios problemas —exclamó perturbada— por un lado está esa mujer que sospecha y por otro está el ama de llaves. No entiendo por qué estás tan tranquila, Bahar.

No lo había pensado bien, estaba tan centrada en la furia que estaba sintiendo en ese momento que no le di tanta importancia.

—No lo sé. Al parecer ya estoy cansada de esconderme.

—¿De qué hablas? —inquirió Gül extrañada— ¿Acaso quieres morir? ¿Qué sucede contigo?

—A esto no se le puede llamar vida —me encogí de hombros— así que ¿de qué vale estar viva si no puedo ser libre? ¿Pero ya no hablemos de eso... Gül, tienes que prepararte. Te ayudaré con Ozgur —cambié de tema.

—¿En serio? —inquirió y no pudo esconder la felicidad.

Asentí.

—Kemal nos va a ayudar —tomé su mano— ¿quieres un consejo loco? escápate con él. No mires atrás, sé feliz. Porque si te quedas casada al lado de alguien a quien no amas, serás miserable como yo, para toda la vida.

Narra Kemal

Después de que mi madre terminó de hablar con Bahar, quise aprovechar para acercarme nuevamente a ella para hablar como dos personas civilizadas.

La busqué por todas partes, pero ella no estaba en ninguna, así que supuse que se encontraba en su habitación y decidí darle tiempo para que entendiera mi posición.

Tal vez si ella se detenía a pensar, entendería mi postura y lo delicado que significaba que estuviéramos juntos. Ella tenía que entender que ya no éramos los mismos adolescentes que prometieron enfrentar a todos por lo nuestro. Ahora éramos adultos que entendíamos lo que sucedía, sin locuras.

Pero el problema era que ella seguía siendo caprichosa, ella seguía siendo una persona inmadura. A menudo pensé que solo era un capricho en su vida, pero demostró que me quería de verdad y que estaba dispuesta a estar conmigo. Bahar era tan inmadura que la primera y única novia que tuve en la adolescencia me dejó un día de la nada. Me dijo que no podíamos estar juntos porque mi hermana le dijo que la mataría. No le creí, era demasiado absurdo. Bahar no sería capaz de hacerle eso a nadie.

No podía dejar de pensar en la vez que encontré a Bahar tirando del pelo de Samira. Estaba seguro de que estaban peleando por algo, pero de haber sido así, Samira me lo hubiera dicho. O tal vez ellas estaban bromeando, quizás... Esa situación no dejaba mi cabeza.

Decidí no pensar en eso, dejaría que las cosas se desarrollaran y me enfocaría en algo importante que debía hacer: hablar con esa mujer que quería extorsionar a Bahar.

Quería solucionarlo. Si ella quería dinero, se lo pagaría por su silencio. Más valía perder el dinero que destruir a la familia. Sin dudarlo, pagaría lo que pidiera, todo por no dañar la reputación de Nürbahar.

—Kemal —dijo mamá, llorando. Me acerqué a ella y abrí mis brazos para recibirla.

—Mamá —sollozó tras acomodar su cabeza en mi pecho— necesito que hables con tu hermana, yo ya no puedo más —me pidió con el ánimo decaído— Bahar está insoportable.

Acaricié su cabeza intentando consolarla. Me desanimaba verla llorar porque era cariñosa y buena conmigo y con todos. Bahar no valoraba a su madre.

—¿Qué está pasando entre ustedes? —pregunté— ¿Por qué de repente ella se comporta de esa manera contigo?

—Bahar me odia —contestó— después de lo que le dije, ella me odia. No puede soportar que yo te haya mostrado la clase de persona que es. Me dice que yo dañé su reputación ante tus ojos.

Fruncí el ceño incrédulo. ¿Bahar seguía culpando a los demás por la percepción de terceros cuando en ningún momento se le obligó a tomar esa decisión, ella lo hizo por voluntad propia.

—Pero tú eres su madre, ella tiene que respetarte, independientemente de lo que pase. Tú no hiciste algo mal, mamá. Yo soy su hermano Y sin duda la apoyo, créeme. Nunca voy a dañar su reputación con nadie.

—Eso lo sé, cielo— acaricié mi mejilla— pero... A ella no le importa mi sufrimiento, Kemal— dijo— lo único que he hecho es protegerla, pero ella es una malagradecida. Me iré de esta casa— separó su cuerpo del mío e hizo una pausa para limpiar las lágrimas— está claro que mi hija no me quiere aquí y yo tengo dignidad.

—No mamá, no te vayas— le pedí— estoy seguro de que las cosas pueden solucionarse, solo tienen que arreglar sus diferencias como personas civilizadas.

—¿Tú crees?— preguntó esperanzada—. ¿Crees que Bahar me perdone?

—Yo voy a hablar con ella, no te preocupes. Sé que ella te ama pero es caprichosa algunas veces. Y solo necesita tiempo mamá. Quédate tranquila, yo intentaré hacer que entienda.

—Gracias, Kemal — volvió a acariciar mi mejilla y su expresión decaída cambió a una más alegre— qué haría yo sin ti mi amor... Eres todo lo que una madre sueña tener.

La abracé y besé la coronilla de su cabeza.

—Sabes que te amo, ¿Verdad? Y por ti yo haría cualquier cosa por verte feliz siempre.

—Y yo a ti mi vida.

(...)

—¿Podemos hablar?— le pregunté a ella. Estaba sentada, a mi lado, Gül y Ozgur optaron por desviarse hacia otro sitio apartado de todos y todos creyeron que ellas dos estaban bajo mi responsabilidad.

—No tenemos nada de qué hablar, Kemal— respondió— solo quédate en silencio hasta que Gül vuelva. Porque si estoy aquí es por ella.

—No puedo quedarme en silencio, debes escuchar lo que tengo que decirte. No se trata de nosotros, se trata sobre mamá.

Rió sin gracia ante mi tono severo. Era increíble cómo no le daba importancia a las cosas que para otros lo eran.

—Kemal, te voy a pedir que no te metas en esto. No sabes lo que pasó pero insistes en meter tus narices donde no te llaman.

—No lo sé, no sé qué pasa entre ustedes. Vi a mamá llorando, estaba devastada y no me gusta verla de ese modo, es mi madre y la amo y no voy a permitir que la trates mal. ¿Cómo es eso de que la echaste de la casa?

—¿Le preguntaste por qué le dije que se fuera?

—Por supuesto ¿y sabes lo que me dijo— inquirí y ella negó, furiosa, su ceño estaba fruncido y sus cejas arqueadas.

—Creo saber. Se ha dado la tarea de ponerte a ti en mi contra.

—Ella solo dijo la verdad— le aclaré— solo le pregunté y me dijo lo que hiciste. No tienes por qué tratarla de ese modo si tú misma decidiste abortar a la bebé. No es su culpa Bahar, tienes que hacerte responsable de tus propias decisiones.

—Eres un imbécil, Kemal— farfulló iracunda— no estabas ahí y tú no sabes cómo fue que pasaron las cosas. Tú decidiste largarte y yo ni siquiera pude decirte que estaba embarazada, no vengas ahora a juzgarme.

—El punto no es ese, el punto es que mamá...

—¡A mamá que se vaya a la mierda! No me importa lo que pueda pasarle. ¡Digas lo que digas no vas a hacer que cambie de opinión! ¡Tú no eres mi hermano! ¡No eres mi familia, no te metas en esto!

Silencio.

—Tu querida novia sospecha sobre nosotros, lo mejor es que te vayas con ella y que nos dejemos de ver.

—¿Qué?

 

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