Hasta el Destino

El Viejo Maestro Tang no sabía si Su Bei lo había ayudado intencionalmente por su verdadera identidad o si era puramente por bondad.

Si ella no conocía su identidad, sus acciones eran demasiado valiosas.

—Shh —Su Bei hizo de nuevo un gesto de silencio hasta que el grupo de gente se alejó corriendo. Luego, dijo:

— Acabo de terminar de asistir a un evento y los paparazzi me siguieron. Luego, con la ayuda de mi gerente, salí sigilosamente por la puerta trasera. Abuelo, no tomaré tu teléfono. Si me quieres, incluso puedo darte un autógrafo.

El Viejo Maestro Tang entendió y rió entre dientes :

— Parece que hoy es mi día de suerte.

Las dos palomas que ya habían escapado obedientemente regresaron a su jaula. Su Bei trajo la jaula y las puso delante de él, jugueteando suavemente con las dos palomas extremadamente obedientes.

—Todavía falta una —El Viejo Maestro Tang miró rápidamente alrededor.

Su Bei levantó la vista y vio una paloma posada en un árbol.