Talia se preguntaba quién perseguiría a un niño que obviamente pertenecía a esta fiesta. ¿Hizo alguna travesura? ¿Vio algo que no debía? ¿O había malhechores detrás de él?
Con cada nueva posibilidad, Talia consideraba situaciones más peligrosas, y su cabeza giró en la dirección de donde se escuchaban más pasos apresurados.
Talia miró incrédula a las tres niñas que aparecieron; llevaban vestidos elegantes y tenían el cabello arreglado. Ninguna de ellas podría tener más de diez años, y Talia se preguntó si también estaban siendo perseguidas por alguien.
Las tres niñas se detuvieron para hablar con Talia.
—Tía, ¿has visto a un niño bonito? —preguntó una de las niñas.
Talia se dio cuenta de que las niñas buscaban al niño que estaba detrás del banco. ¿Eran sus amigas? ¿Debería exponerlo? Ella decidió no hacerlo. —Llevo un rato aquí y no he visto a ningún niño.
Las niñas intercambiaron expresiones de desánimo y luego continuaron siguiendo el camino con urgencia.
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