—¡¿Pero qué demonios, Adrain?! ¿Estás loco...? —Felicia no tuvo la oportunidad de terminar su frase y su cuerpo fue levantado de la cama, y arrastrado bruscamente por Adrain.
—¡Suéltame! —intentó liberar su brazo que estaba siendo agarrado bruscamente por él como si fuera a arrancarlo de sus cuencas.
—Al llegar a la sala de estar, las noticias seguían siendo reportadas.
—¿Qué significa esto? —le preguntó mientras señalaba la televisión.
—Felicia miró la pantalla del televisor con la boca abierta de par en par. Se mostraban vídeos de ella liándose con algunos jóvenes solteros ricos. Algunos eran viejos casados que eran lo suficientemente mayores como para ser su padre.
—¿Es esta la razón por la que has estado llegando tarde a casa? —preguntó mientras sus ojos ardían rojos de ira.
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