—¡Eres un monstruo! —Erika le gritó agarrando su puño con fuerza.
—¿Qué te hizo esa mujer? Dijiste que era tu suegra pero la mataste solo para quedarte con sus propiedades? —Erika la cuestionó mientras las lágrimas calientes rodaban por sus ojos.
—Habría matado a esa vieja miserable hace mucho tiempo, pero tú siempre te metías en medio. ¡Tú te metías en mi camino, Erika! —Mary gritó de vuelta, el enfado marcado en su cara roja—. Ni siquiera podía acercarme a esa maldita vieja porque tú eras la que se ocupaba de ella. Tú y ese estúpido mayordomo —añadió con desprecio.
Confundida, Erika preguntó:
—¿A qué te refieres?
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