Al amanecer, en la mansión de Abi y Alex.
El sonido de un helicóptero descendiendo despertó a todos en la mansión. La cara de Alex estaba oscura de ira al levantarse de su cama, como si estuviera más que listo para ir y arrugar el maldito y ruidoso helicóptero como si fuera de papel. Se había ejercitado un poco hace horas golpeando a todos esos hombres hasta dejarlos hechos una pulpa y luego enviándolos a todos lejos, magullados y golpeados. Y, sin embargo, parecía que el padre de Kelly era un anciano tan obstinado. ¿Había enviado al ejército esta vez para recuperar a su hija?
Alex se tronó los nudillos mientras agarraba su bata y cubría su perfecto torso desnudo. Sus ojos grises como el metal de una pistola brillaban en la oscuridad. ¡Cómo se atreven a perturbar el descanso de belleza de su esposa!
—Alex —Abi atrapó su muñeca antes de que pudiera alejarse.
—¿Sí? —él se giró. Su rostro endurecido se suavizó inmediatamente.
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