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Subiendo de etapa

Los tres últimos días han sido tranquilos. Sexo. Mejorar cultivación. Hacer copias. Estar atento a las novedades.

No tengo muchos detalles de lo que pasa en la familia Guo. Los esclavos tienen información de la secta, pero poca de fuera. Aunque sé que están alterados. Hoy iré a ver a Guo Xua. Espero que esté todo bien.

No tengo noticias de Dai Fen. Su familia es rica, pero no tiene influencia en la secta. Así que aquí estoy seguro. Aunque tengo que ir con cuidado.

Respecto a los hermanos Zhi, ya han vuelto. Me han dicho que estaban de malhumor. Supongo que no les fue muy bien en la misión que escogieron. No me da ninguna pena.

Di Tao ha decidido entrar en reclusión para no ver a su novio. No sale y se queda cultivando. Aunque me recibe. Aprovecho para ir más a menudo. Disfrutar de ella. Absorber su qi. Sé que me estoy aprovechando. Aunque el qi lo debería recuperar mientras duerme. De todas formas, se lo compensaré en el futuro.

También podría absorber el qi de Fen Huan. Pero no tiene mucho. Está cerca de la etapa tres. Así que cada vez le queda menos del de la etapa dos. Cuando consiga convertirlo todo, estará en la siguiente.

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Lin Tao, la asistente de Guo Xua, está hoy muy nerviosa. Incluso algo se le ha caído en la trastienda. Guo Xua ha fruncido el ceño, pero no ha dicho nada. Así que le pregunto cuando entro por la puerta lateral.

–Todo está muy complicado en la familia. El resto de concubinas han arrinconado a Guo Lihua. Está retenida, aunque no tengo los detalles. Me he mantenido al margen como me dijiste. ¿Cómo lo sabías?– me pregunta.

–Te lo explicaré más tarde. Ahora tengo otras cosas más importantes– le aseguro, besándola.

Se me queda mirando cuando la suelto. Con la boca abierta. Jadeando un poco. Pasándose la lengua por los labios.

–¿Tú estás bien?– inquiero.

Ella sonríe. Diría que conmovida. Me besa. No me responde hasta que me suelta.

–Vinieron todas y me hicieron sacar una gota de sangre. Nunca las había visto así, tan hostiles. Luego tiraron un líquido encima. La sangre se volvió verde. No sé que significa, pero respiraron aliviadas. Se despidieron mucho más cordiales. No entendí nada. ¿Tú sabes algo?– me interroga.

Suspiro. Supongo que se lo tengo que explicar. Pero no ahora.

–Te lo cuento luego– le susurro, justo antes de cogerla en brazos.

–¡Eeehh! ¡Sé más suave!– se queja, rodeándome con sus brazos.

No se resiste cuando la llevo a la cama. Cuando la desnudo. Cuando juego con su cuerpo. Cuando lamo su clítoris. Cuando se corre.

Me mira expectante. Como me levanto. Como me coloco entre sus piernas. Como la penetro. Me abraza apasionada mientras somos uno. Nos besamos. Como siempre, parece desesperada. Como quien bebe agua tras días sin hacerlo. Desesperada de sexo. De compañía. De atención. De cariño.

Se aprieta a mí cuando acabamos. Acariciándome con un dedo. Mirándome. Exigiendo la respuesta que le he prometido. Sin dejar de sonreír. Satisfecha.

–Déjame acabar de hablar antes de asustarte– la aviso.

Ella asiente. Me mira más seria.

–Descubrí que te estaban envenenando– empiezo.

–¿¡Cómo!?– pierde por completo la compostura.

Le pongo un dedo en los labios. Señal de que guarde silencio. Ella asiente. Me mira muy fijamente.

–No es un veneno mortal. Es un veneno que se asienta en los meridianos. Obstruyéndolos. Haciendo muy difícil avanzar en cultivación– continúo.

Ella abre la boca. Queriendo decir algo. Aunque al final se detiene. Me deja continuar.

–Consulté con unos conocidos para descubrirlo. Para encontrar el remedio. Funcionó bastante bien contigo. Aunque aún no estás curada del todo– le cuento la verdad a medias.

Ella me mira con la boca muy abierta. Me agarra fuerte de la mano. Aún no he acabado.

–Descubrí que Guo Lihua era la culpable. Supuse que no quería competencia. Lo que me llevó a pensar que las demás también eran víctimas. Así que mis amigos les vendieron el antídoto y cómo detectar el veneno. Eso fue la semana pasada. Parece que se han movido rápido– acabo de explicar.

–Entonces, ¿lo de la sangre?

–Era el detector. No estás del todo curada, así que diste positivo. Eso te libra de sospechas– le explicó.

–Gracias… Has hecho tanto por mí…– se pone a llorar.

La abrazo y dejo que llore. Tarda un rato en mirarme de nuevo. Hay agradecimiento y algo de furia en sus ojos.

–¿Cómo me envenenaron?– pregunta.

Suspiro. Lo sabría de un modo u otro.

–Es un veneno lento. Ha de darse continuamente. Estaba en el té– revelo.

–¡Lin Tao! Ella…

No le ha costado mucho darse cuenta. Parece incrédula. Herida.

–Estaba estúpidamente enamorada. Tenía una aventura con el hijo de Guo Lihua. Le había prometido hacerla su mujer. No ha sido la única. Hizo todo lo que le pidió. Cegada.

No me pregunta cómo lo sé. Puedo ver que se siente traicionada. Le tiene cariño. Más desde que perdió a su hija. Lo cual me hace sentir culpable otra vez.

–Por eso estaba tan nerviosa… ¿Qué hago con ella?– me pregunta, un tanto perdida.

–No puedo tomar esa decisión por ti. Pero creo que es mejor que no seas implacable. Te conozco, te arrepentirías. Aunque tampoco puedes ser blanda– le sugiero.

–Yo…

–Espera unos días antes de tomar una decisión. Piénsalo con calma– añado, acariciando su cabello.

–Vale…– acepta, hundiendo su rostro en su pecho.

Noto lágrimas durante un rato. Hasta que se duerme. La he estado abrazando. Diciéndole que no se preocupe por el veneno. Que la curaré si la familia no lo hace.

Le doy un beso en la frente antes de dormirse. Ha sufrido mucho. Y no todo es culpa mía.

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Unos días más tarde, estoy penetrando a Hong. Un rato, antes he subido a Shun a cuatro. Ahora, estoy haciendo que Hong dé el primer paso.

–Ahora que lo sientes, empújalo. Que llene todo el camino. Hazlo con suavidad. No te preocupes, yo estoy aquí para ayudarte– le aseguro.

–Aah. Es tan extraño. Está sensación… Y mientras estás dentro de mí… Aaah

–Concéntrate– insisto.

Puedo notar como el qi penetra en el meridiano. Como lo abre mientras se consume. No es un problema. Añado cuanto sea necesario. Se va abriendo despacio. Sin forzarlo. Sin rasgarlo. Cuando llega al final, el qi fluye libremente.

–¿Ya está?– pregunta, expectante.

–Ya está. Prueba a mover tu qi. Igual que lo has sentido antes. Contrólalo– le indico.

–Ah… Es tan increíblemente fácil. Y se siente tan cálido– se muestra asombrada.

–Luego lo circulas por todo el cuerpo. En especial por donde te duela. Así, se irá curando. Y te acostumbras a la sensación. Cualquier duda, me preguntas a mí o a las demás. Ahora, tenemos que acabar lo que tenemos a medias– le explico.

–¿A medias? ¿Qué falta? ¡¡Aaaaahh!!

Gime cuando empujo de repente. Le sonrió, queriendo parecer malvado.

–Ahora que tienes qi, quizás aguantes un poco más. Vamos a probarlo– la amenazo.

–¡Tienen razón! ¡Eres un pervertido! ¡Y muy malvado!– me critica con voz sensual –¡¡¡Aaaaaahhhh!!!

En realidad, no soy más intenso de lo habitual. Apenas ha abierto su meridiano. Esperaré a mañana o pasado para empezar a tratar las cicatrices. Cuando su cuerpo se haya acostumbrado al qi.

Se muestra más apasionada. Diría que entusiasmada. Supongo que no acababa de creérselo. No es que desconfiara de nosotros, pero supongo que resulta increíble.

–Gracias– se despide muy cariñosamente después de un largo orgasmo.

Se queda descansando en su cama. Hablando con Bronceada. Aún duermen juntas. Aunque Hong ha dicho que no puede ser así siempre. Bueno, es asunto suyo. Por ahora, están bien.

Bronceada la abraza. Parece entusiasmada también.

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Cuando salgo de copiar, me encuentro a Tai Feng y Yawen. Yawen ha subido a la tres. A Tai Feng se le ve feliz. No parece importarle que su cultivación se haya estancado un poco. Seguramente, mejorará la velocidad ahora que su compañera ha subido. Y lo seguirá haciendo. Yawen subirá algo más lento. Y él irá acelerando. Aun así, cuando estén iguales, será más rápido que solos.

–Veo que habéis estado trabajando muy duro– me burló un poco.

Tai Feng se sonroja. Ella también, aunque menos.

–¡No seas malo!– se queja ella.

Eso no le impide sonreír. Está guapa cuando lo hace. Tai Feng se la queda mirado, embelesado.

–No deberías sonreír así. No ves que se le cae la baba– me sigo burlando.

–Vamos, deja de molestarlo…– se vuelve a quejar ella, aunque más sonrojada.

Ha visto la mirada de su amado. Su deseo. Puedo ver también el de ella en sus ojos. Supongo que no tardarán en volver al trabajo.

Nos quedamos un rato hablando. Parece que han estado trabajando también en sus técnicas. Me agradecen otra vez que les mostrara que se puede sacar el qi para ver lo que hay por debajo.

Mucho de lo que me cuentan ya lo sabía. Yawen se ve a menudo con Pen. También habla con las otras esclavas, pero con Pen es más fácil. Y Pen me informa a mí. Normalmente, mientras abusamos de su supuesta ama.

Sé también que algunos compañeros en la facción de la espada lo criticaban. Decían que iba a descuidar su cultivación. Pero se ve que las críticas han aminorado.

Su técnica ha estado mejorando. Y Yawen parece que les ha sorprendido. No solo sube rápido de etapa, sino que parece dotada para la espada. Su dominio es muy bueno para llevar apenas unos meses.

Ai me decía que algunos le tienen envidia. Especialmente los que se burlaban porque su pareja fuera una esclava. Se ve que a veces son bastante desagradables.

Yawen y Tai Feng los ignoran. Entre risas, han dicho que ya habría tiempo. Ha sonado bastante a amenaza, dicha en broma pero siendo seria. Que parezca que no les afecta, no significa que los vayan a perdonar. Se tomarán su revancha cuando sean suficientemente fuertes. O eso es lo que he deducido de sus palabras y actitud.

Me despido de ellos y los veo marchar. Los dos con su enorme espada en la espalda. El destino es una vez más enigmático. De alguna forma, los ha conseguido unir aunque hubiera parecido imposible. De alguna forma, parecía que tuviera que pasar a pesar de todos los obstáculos. Que están hechos el uno para el otro.

¿También mis chicas y yo? Bueno, ellas no lo dicen así. "Nuestro chico y ellas." Supongo que es lo mismo. Al menos, se le parece.

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Un par de días después, estoy descansando en una enorme cama. Bajo Sai, An, Dandan, Meixiu y Jiao.

Meixiu y Jiao están en el nivel uno. Subieron poco después de la última vez.

Las tres hermanas dicen que para la próxima habrán subido. Están entusiasmadas. Y muy cariñosas. También traviesas. Sensuales. Apasionadas. Juguetonas. Sonrientes.

Pellizco a Dandan. Sé que está despierta.

–¡Ay! Malo…– se queja.

Aunque se calla cuando la beso. Cuando le meto la lengua hasta la garganta. Antes de que pueda reaccionar. De que empiece a combatir contra la mía. Cuando nos separamos, An me ataca. No sé si la hemos despertado o ya lo estaba. Lo cierto, es que todas me acaban atacando.

Nos quedamos tumbados. Hablando. Riendo. Me mencionan bastante a Da Ting. Le están muy agradecidas. Se refieran a ella con ternura. Me amenazan con recomendarme si algún día necesita a alguien. Y me tiran las almohadas cuando digo que es guapa y no me importaría. Entre risas.

Aunque no ríen tanto cuando les explico lo del estudiante que me quiso provocar la última vez. Cuando salí de la facción.

–Esos idiotas… ¿Quién los querría a ellos? ¿Han olvidado como nos trataban?– se enfada An.

–Si te traen problemas, avísanos. Si sabes su nombre, mejor– ofrece Sai.

No dice más. Parece bastante segura de sí misma. Quizás pediría ayuda a Da Ting. No importa. Si no va más allá, simplemente los ignoraré. No me han dado problemas desde entonces.

–Por cierto, ¿conocéis a una tal Yiu Ruolan?– pregunto entonces.

–¿Una morena? Creo que sí. No se ha portado mal. Es agradable– la recuerda Dandan.

–Digamos que se insinuó un poco. Bueno, bastante– desvelo.

–Ja, ja. Tienes más fans de las que crees por aquí. ¡Podrías incluso venir cada día!– ríe Meixiu.

–¿Queréis matarme?– me quejo.

Ellas se ríen. En realidad podría. Pero no quiero más problemas. Ya me odia lo suficiente el sector masculino. Además, mejor no destacar más. Si además de con cinco acabo follando con otras todos los días, acabarían sospechando.

–Si en el futuro te interesa, dínoslo. Es una buena chica. Y es guapa– me susurra Jiao al oído.

Aunque no lo suficientemente bajo para que el resto no la oigan. No parece que estén en desacuerdo.

–¿Acaso os desharéis de mí cuando ya no me necesitéis?– me quejo, queriendo parecer decepcionado.

No se sienten culpable. Más bien se ríen. Y me acaban follando una última vez.

Por lo menos, cuando me voy, no me encuentro problemas. Por suerte, las miradas son solo miradas.

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