Sabrina no pudo contener las lágrimas, mientras Devin le frotaba la espalda consoladoramente. —¿Dónde estás, Tilda? Quiero verte. La voz de Sabrina era suave como una pluma.
Matilda siempre era amable, pero incluso la gente amable tenía sus límites. Sabrina nunca esperó que Matilda la extrañara después de que la descuidara en su momento de necesidad.
—Yo... también quiero verte, pero no puedo. Mi padre me encerró. Me ve como una desgracia. Estaba borracha, Brina. No tenía idea de lo que pasaba. No sé si alguien inyectó las drogas en mi cuerpo, pero lo único que hice fue beber demasiado por mi desamor —explicó Matilda entre sollozos.
Ella también había estado buscando a alguien que simplemente escuchara su versión de la historia, pero nadie lo hizo. Creían en el informe de los médicos sin preocuparse por cómo sucedió, pero Sabrina se sorprendió por la segunda parte de su historia.
—¿Desamor?
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