En momentos como este, Lith sentía lo molesto que era un cuello de botella. Normalmente, en una situación así, usaría Acumulación, convirtiendo su tiempo de inactividad en una sesión de entrenamiento mientras estudiaba cómo se desarrollaba su cuerpo.
Pero ahora esa opción no estaba disponible, y al estar atrapado en tal estado durante casi un año, conocía su cuerpo por dentro y por fuera, hasta el punto de que había memorizado dónde se encontraba cada impureza.
Después de media hora, estaba a punto de quedarse dormido.
—Espero que al Conde no le importe que ronque un poco. —Pensó.
—Lith, ¿por qué no abrimos el regalo de despedida de Nana? Tengo mucha curiosidad. —Dijo Solus.
—A mí no. Esa vieja tacaña solo me dio un trozo de papel. Apuesto a que es una lista de recuerdos que quiere que le compre.
Una pequeña apuesta amistosa era mejor que no hacer nada, así que sacó el pequeño sobre y leyó su contenido. Lith había perdido la apuesta, era una breve carta.
—Querido Lith,
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