—Jeslyn, tú eres la esposa de mi padre —él se lo deletreó—. Eres casi como esas chicas que persiguen a mi padre y ambos sabemos la razón —él sonrió con malicia, esperando verla enfurecida como de costumbre.
Sin embargo, Jeslyn sonrió amargamente y acarició su cabello con los dedos, lo suficientemente cuidadosa como para no arruinarlo.
—Tu padre y yo estamos en este matrimonio por una razón y... —pensó en no decirle—. No necesariamente tengo que ser tu hermana de sangre para que me veas como tal. Además, ¿cuántas madrastras ves corriendo por la casa con su hijastro? ¿Cuántas madrastras e hijastros puedes señalar que hacen lo que hacemos nosotros?
Observó cómo se fruncían sus cejas. —Ninguno —se respondió a sí misma.
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