-Creo que no voy a beber café hoy… -aunque Samara estaba sonriendo, no se veía alegría en su mirada. Conocía a la persona que se dirigía a ella, era Cecilia la madre de Rebeca.
En aquel entonces cuando Samara se casó con Álvaro, Cecilia una vez había interferido. En ese momento, Samara sabía que Cecilia no era una mujer sencilla. Ahora que Rebeca había sido capturada, Cecilia había vuelto. Samara sabía que ella no venía con buenas intenciones.
Víctor estaba aturdido.
- ¿Por qué? ¿No quieres nada? -Víctor sonrió ligeramente, pero se dio cuenta que la mirada de Samara parecía anormal. Siguiendo su mirada, vio a Cecilia acercándose alterada. Víctor frunció el ceño ligeramente.
Cecilia rápidamente llego frente a Samara y vertió café sobre ella. Samara se puso en guardia y se giró hacia un lado. El café le paso por la cara sin salpicarla.
- ¡Perra! -la mirada de Cecilia estaba llena de odio. El odio parecía estar grabado en su alma.
Samara frunció un poco el ceño y empezó a pensar con rapidez. Se suponía que ya no se parecía en nada a la que era en el pasado. Aunque Cecilia estaba aquí por Rebeca, no la podía odiar tanto. Pero la mirada de Cecilia hizo que ella se pusiera en guardia.
-Señora, ¿Qué está haciendo? No nos conocemos. No creo que sea buena idea que se ponga violenta. -las palabras de Samara eran tranquilas, pero Cecilia estaba tan enfadada que su cuero tembló.
Hace cinco años, Samara no murió en el incendio. Ahora que había cambiado de cara, había ganado más confianza por el apoyo de Álvaro. Cecilia pensó en los cinco años que había gastado su hija e incluso que había dado un heredero a la familia Ayala, pero ahora sus esfuerzos habían sido arruinados por Samara. Cecilia deseaba matarla.
- ¿No nos conocemos? ¿de verdad? Pero yo te conozco. Te conocí hace cinco años. ¿No te acuerdas de nada? ¿No comiste bien en el banquete del Salón F? -Cecilia no quería perder el tiempo con Samara.
El Salón F era la sala de banquetes donde Samara y Álvaro hicieron el amor, cuando aquel escandalo dejo humillada a la pareja de la familia Arias. En ese momento, por responsabilidad, Álvaro anuncio en público que se casaría con Samara.
En ese momento, Samara estaba protegida, pero cuando fue al baño una mujer noble la humillo. Esta era Cecilia. En aquel entonces, solo había dos personas en el baño, por lo que la persona que decía esto sabía perfectamente cual era la identidad de Samara.
Samara no era estúpida. Inmediatamente recordó que después de que Cecilia se enteró de su identidad, relativamente hizo algunas investigaciones sobre ella. El secuestro de Eduardo no era simple como un caso normal. De repente Samara entrecerró los ojos.
- ¿Secuestrasteis a Eduardo? -las manos de Samara se apretaron con fuerza. En el pasado, ella no sabía a quien había ofendido y luego había implicado a Eduardo. Pero ahora, parecía que eran Cecilia y Rebeca quienes habían intervenido a sus espaldas. Por supuesto. El hijo de Rebeca, Adriano, era el sucesor de la familia Ayala. Ahora que Eduardo había vuelto, si Álvaro quería que la familia Ayala aceptara a Eduardo, Rebeca y Cecilia no quedarían indiferentes. Al pensar en esto, Samara dijo fríamente: - ¿Sabes que Rebeca todavía no ha dicho nada? ¿vas a dejar que tu hija se encargue de todo?
Cecilia de inmediato se enfadó mucho.
-Si algo le pasa a Rebeca, te aseguro que tu hijo y tú lo pagareis. Te advierto que es mejor que dejes que Álvaro suelte a mi hija.
- ¿Crees que no voy a hacer nada? -dijo Víctor. Realmente no quería interferir en una guerra entre mujeres, pero Cecilia había amenazado a Samara delante de él y sintió que su dignidad había sido pisoteada.
A pesar de que no era tan famoso como Álvaro, todavía era una figura destacada en Ciudad H. Cecilia era una ama de casa caída, ¿Cómo se atrevía a amenazar a Samara delante de el? Aunque la voz de Víctor era perezosa, su mirada era aguda.
Solo entonces Cecilia se dio cuenta de quien estaba sentado al lado de Samara. No espera que Víctor estuviera con ella. Simplemente pensó que podía tratarse de cualquier otro hombre. Ahora, tras la pregunta de Víctor, Cecilia estaba un poco tímida.
-Señor Víctor, lo siento, no lo vi.
-Eres una mujer tan orgullosa que solo puedes ver a Álvaro, ¿verdad? ¿quieres hacer algo delante de mí? Vale, menos mal que últimamente estoy bastante libre. Podre jugar contigo un rato. -el juego de Víctor no era algo a lo que Cecilia podría aguantar.
Cecilia dijo rápidamente:
-Señor Víctor, si hubiera sabido que usted estaba aquí, no me habría atrevido a interferir. Que le parece si le invito al café de hoy… que aproveche. -después de decir eso, Cecilia se preparó para irse. Sin embargo, antes de irse, miro ferozmente a Samara.
Víctor frunció el ceño ligeramente. De repente sintió que Samara debía tener algún secreto que él no conocía. Ahora, estaba más interesado en ella.
- ¿Hay algo que quieras decirme? Por ejemplo, ¿qué rencor tienes con Cecilia? ¿no es tu primera vez en Ciudad H? también te he investigado, no eres de aquí… así que, ¿cómo has provocado a esa viuda? -Víctor miro directamente a Samara sin ocultar su interés en ella.
En realidad, Samara quería contárselo a Víctor, pero las cosas aun no estaban claras y ella no sabía por dónde empezar. Así que solo podía sonreír y decir:
-Si te digo que casi morí, ¿me creerías?
-Si, creo todo lo que digas, siempre y cuando quieras contármelo. -Víctor dio un paso adelante y su hermosa cara se inclinó instantáneamente frente a Samara. Ella no reacciono en absoluto. Miro directamente a Víctor. Sus ojos eran claros como el cristal y no mostraba timidez.
Víctor se sintió repentinamente atraído por sus ojos. Había nacido en una familia adinerada. Ya estaba acostumbrado a ver a los guerreros, las muchachas de clase alta y también había visto todo tipo de celos y peleas entre mujeres. Podía saber claramente que tipo de mujer era con solo una mirada. Pero ahora Samara parecía un ángel. Su mirada era clara sin ninguna distracción, lo que realmente hizo que Víctor sintiera una emoción indescriptible.
En ese momento, si le decía algo inútil o grosero, sentiría que era ofensivo. Era una sensación extraña, pero era tan real que hizo que Víctor se sintiera avergonzado de su indisciplina por primera vez.
-Lo siento, no quiero ofenderte. Yo solo…
-Te entiendo. Somos amigos, así que no te mentiré. Víctor, mi identidad actual es la de otra persona. En realidad, soy… -justo cuando Samara estaba a punto de contarle la verdad, su teléfono sonó. -lo siento, voy a contestar.
Mirando el numero extranjero, vio que no podía responder delante de Víctor, ella asintió y se levantó para salir. Víctor estaba lleno de curiosidad. Ahora Samara parecía más misteriosa y él no era capaz de entenderla, pero se sentía profundamente atraído por ella.
Samara no tenía tiempo de preocuparse por lo que Víctor estaba pensando. Vio que el numero le resultaba familiar y rápidamente respondió. De repente, escucho la voz que tanto deseaba oír.
-Mama. -era Laura.
-Laura, ¿Por qué no me haces una llamada de video? -Samara estaba algo preocupada. Estos últimos días, no tuvo tiempo de hablar con Laura.
Laura que acababa de salir de una operación estaba terriblemente pálida e incluso aun llevaba la medicación intravenosa. En este momento, no se atrevió a hablar con Samara por video y dio obedientemente:
-Acabo de despertarme y no quiero que me veas, pero te echaba de menos, así que quería escuchar tu voz.
Samara se sintió triste inmediatamente.
-Lo siento cariño. Voy a terminar lo antes que pueda para volver a quedarme contigo, ¿vale?
-Bien. Eduardo me dijo que volverías con alguien muy especial. ¿Es verdad, mama? -Laura estaba muy curiosa.
Si no fuera por la curiosidad, no sabría cuánto tiempo habría dormido esta vez. Eduardo la llamo y le conto esto. Laura adivino quien era esta persona. Aunque nadie le había contado porque Eduardo y su madre se habían ido, ella noto los susurros de Carlos con los médicos.
Sabía que ya no le quedaba mucho tiempo. Durante todos estos años, todos a su alrededor la habían protegido cuidadosamente. Samara nunca le dejo, pero esta vez se había llevado a Eduardo.
Había oído a las enfermeras hablar de su enfermedad. Solo era posible curarla si trajeran a un pariente cercano y todos sus parientes estaban cerca, excepto su padre. Aunque Carlos la había tratado muy bien, después de todo aún estaba un poco arrepentida y quería ver al hombre que le había dado la vida y también quería saber por qué los había dejado.
Ahora que Eduardo dijo que era una persona especial, Laura estaba bastante emocionada, por eso, al despertarse llamo a Samara. A Samara le dolían mucho las palabras de Laura.
-Laura, esperaras a esa persona, ¿verdad?