RAFAEL
Cuando habíamos llegado a mi mansión esa noche con Anthony, tras comprarlo, lo primero que hice fue llevar al rubio a su nueva habitación.
Allí lo dejé para que se diese un baño relajante mientras mandaba una nota a mi amigo el doctor para que revise a Anthony.
Había empezado a tratarlo para curar todas sus heridas físicas. Tuvo que ser internado para poder ser desintoxicado debido a las malditas drogas que le inyectaron.
Durante tres meses estuvo allí, lamentablemente tuvo que seguir encerrado esos meses. Pero era por su propio bien, yo aproveche para hacer lo que tenía que hacer.
Lo había planeado todo en detalle. Ahora solo tenía que aguardar a que esa basura regrese a la ciudad. En verdad tardó bastante en hacerlo, más de lo que pensé. Mientras hacía guardia, acompañaba a mi amigo en su reabilitación y recuperación total.
Cuando supe que Mefis había vuelto, fui al puerto a recibirlo. Aproveché que estaba solo y no había nadie allí. Oculto entre las sombras, lo llamé con voz suave y neutra.
- Mefis - el muy maldito volteó a donde me encontraba. Me miró pero sabía que no podía verme debido a la intensa oscuridad. Sujeté el puñal con fuerza, cuyo filo estaba previamente impregnado de veneno letal - Te estuve esperando - lo apuñalé en pleno abdomen - Esto es por Anthony Duncan. Maldita basura.
Mefis abrió asombrado los ojos intentando mirarme sin éxito alguno. Lo empujé dejándole el cuchillo en su cuerpo. Cuando esa basura cayó al suelo, su vida había acabado.
En verdad sentí un gran placer al verlo sin vida. Respiré hondo y aliviado, ahora tenía que hacer la segunda parte de mi plan. Culpar al maldito degenerado del club nocturno que lo compró y lo prostituyó mientras lo drogaba.
No me resultó nada dificil hacer aquello en verdad. Así, tras acabar aquello, regresé junto a Anthony quien estaba finalizando su recuperación. En tres días le darían el alta.
Cuando al fin aquello llegó, Anthony se encontraba en verdad desesperado por salir. Y lo entiendo, ya que llevaba más de dos año encerrado.
- Por dios Rafael, solo sacame de aquí. Ya no quiero seguir encerrado así.
Lo abracé con ternura intensa mientras saliamos de la clínica. Fuera nevaba bastante, nos subimos a mi carruaje y nos dirigimos a casa. Mi mansión.
- Ya no tienes de qué preocuparte por Mefis Von Fisher.
- ¿Por qué no?
Lo miré a los ojos mientras sujetaba sus manos.
- Mefis no volverá a molestarte nunca más mi sol.
-¿Por qué estás tan seguro?
- Porque murió, fue asesinado.
-¿Qué?
- La policía ya tiene al culpable.
- ¿Quién es?
- El maldito gordo dueño del club nocturno que te compró y tanto daño te causó mi sol. Su club fue clausurado también.
- Rafael - Anthony empezó a llorar - Gracias - me abrazó con fuerza - Muchisimas gracias amigo mío.
- Pero...
- Se que fuiste tú, me protegiste y me vengaste. Ni siquiera Gabriel lo hizo por mí.
- Mi sol, solo quiero verte bien. Es lo único que quiero.
- Lo seré con tu ayuda Rafael.
A partir de ese momento Anthony empezó a relajarse en verdad. Al día siguiente fuimos a legalizar su herencia de la fortuna de los Duncan. Así pudo hacerse cargo de todo esa misma tarde.
- Rafael ven a la mansión Duncan conmigo. No quiero estar solo.
- Claro mi sol.
- Empezaremos con la servidumbre, los despediré a todos y tu me ayudarás a elegir a los nuevos.
- Por supuesto mi sol.
Tardamos dos días en renovar toda la servidumbre en la mansión de los Duncan. Luego de eso nos instalamos allí.
Todo empezaba a acomodarse al fin. Solo quería que Anthony tenga una nueva vida aquí, él se lo merecía. Una tarde salimos a pasear cuando nos encontramos con el padre se Gabriel.
Fausto nos detuvo y se mostró insistente en saber qué sucedía ya que veía a Anthony sin su hijo y junto a mí, un desconocido. Cuando le contamos todo fue evidente su asombro. Él no sabía nada de nada.
Luego de unos momentos él se fue por su lado y nosotros por otro. Este encuentro puso nervioso a Anthony, por lo tanto lo llevé al centro comercial de esta zona para que se relaje.
- Gabriel me abandonó, se cansó de mí.
- Lo sé mi sol, lo sé. Pero trata de relajarte. Aquí las cosas serán diferentes para tí.
Su sonrisa me alegró, después de todo solo me importaba verlo feliz ya que él era mi sol. Aquel que vino a darle sentido a mi vida.
Ahora sí que podía empezar a vivir también. Dejarlo todo atrás era lo que ambos debíamos hacer.