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Keita me trajo a una casa, pero jamás había venido a aquí.

—Este casa le pertenecía a Akira, señorita. La puso bajo su nombre por si sucedía algo— estacionó el auto.

—Regresa, por favor. ¿Por qué lo dejaste tirado ahí? Hay que volver— intenté abrir la puerta del auto, pero Keita le puso seguro.

—¿Por qué, Keita? ¿Acaso no sientes nada? Fue tu jefe durante muchos años y lo dejaste ahí tirado— reproché en llanto.

—Señorita, mis órdenes fueron llevarla a un lugar seguro si las cosas se ponían mal. Estoy siguiendo las órdenes de Akira.

—¡Eres un imbécil, Keita! ¡Lo dejastes!

—Lo siento, señorita.

—¡Te odio! ¡Déjame ir ahora! ¡Yo voy a volver! — seguí forzando la puerta del auto.

—¿Quiere que la maten? Usted está embarazada y es la mujer de Akira. Tanto usted, como el bebé corren peligro. ¿Crees que iban solo tras la cabeza de Akira? Si la hubiera dejado un segundo más en ese lugar, pudieron haberla matado.

—No me importa. Yo debo estar con él. Él no puede estar muerto.

—Reaccione, señorita. Aunque le duela, Akira está muerto.

—¡Eres un maldito!— lo golpeé intentando descargar esta carga que sentía.

Akira, ¿por qué? ¿Por qué nos dejaste sola? ¿Por qué ahora? No podía controlar mi llanto. Mis lágrimas seguían saliendo, mi corazón estaba hecho pedazos.

—Lo mejor será que le cambiemos la ropa, señorita. Deberá cambiarse, así la reconocerían fácilmente y no sabemos si alguien nos siguió —Keita me dio una muda de ropa que estaba en el asiento trasero para que me cambiara, mi traje estaba lleno de la sangre de Akira, y verme así me hacía sentir peor.

Jefferson

—Ya limpiamos el área y encontramos al Sr. Akira.

—Llévame a donde esta. Tuvieron que ser esa gente de su padre.

Mi empleado me trajo a dónde estaba su cuerpo y le tomaron el pulso.

—Su pulso está muy débil y está perdiendo mucha sangre. Será mejor que lo llevemos al hospital enseguida.

—Yo lo llevaré, encarguénse de los heridos.

—Sí, señor.

                                  

 Lisa

Nos bajamos del auto y fui enseguida a cambiarme la ropa. Tengo que buscar una manera de salir de aquí. No puedo quedarme sin hacer nada. Akira no puede estar muerto. Intenté localizar a Keita en la casa para buscar una salida. Escuché los pasos de alguien cerca de la puerta y me escondí en el baño nuevamente esperando a que se fuera.

—¿Ya terminó, señorita?

—No, aún no— respondí rápidamente esperando que se fuera.

Escuché sus pasos alejarse y me asomé a la puerta. Al no ver rastros de él, salí de la casa. Corrí lo más que pude a la entrada y logré salir. No vi rastros de Keita antes de irme, así que seguí corriendo buscando la calle. Estuve tiempo corriendo y logré llegar a la ciudad, cuando vi una tienda y entré en ella. Pedí un teléfono porque no tenía ninguno. Necesito llamar a alguien. Llamé al teléfono de Akira con la esperanza de que respondiera, pero nadie respondió. Logré ver a través del cristal dos hombres vestidos de negro y con gafas, que entraron a la misma tienda donde estaba. Me dio muy mala espina, así que solté el teléfono y busqué la manera de salir por alguna puerta trasera de la tienda. Logré salir a un callejón detrás de la tienda y corrí para salir de ahí. Se veía todo muy oscuro, no vi a ninguna persona hasta que estaba a punto de salir. Vi dos siluetas caminando a mi dirección y me di la vuelta para ir de nuevo a la tienda, pero me encontré con dos hombres más a mis espaldas que me sujetaron y me taparon la boca. Intenté darles patadas para soltarme, pero no podía. Los otros dos hombres se acercaron a mí y me apuntaron con un arma. Forcejeaba lo más fuerte posible con tal de soltarme. Son las personas que mataron a Akira, estoy segura. No podía hablar o preguntar nada. El hombre cargó el arma y la puso en mi cabeza. Quise ver el rostro de la persona, pero no pude, estaba todo muy oscuro, y por las gafas no podía descifrar quien era.

Escuché el sonido de un disparo y el hombre que me estaba apuntando en la cabeza cayó al suelo. Keita estaba detrás y le disparó al otro segundo hombre. Luego apuntó a mi dirección para que los otros dos me soltaran. El que me sujetaba los brazos me empujó encima de Keita, haciendo que Keita se le cayera el arma y lo golpearon, pero Keita se defendió como pudo contra esos dos hombres. Al ver el arma en el suelo la sujeté y se la di a Keita, y fue cuando me percaté que los otros hombres sacaron sus armas. Keita me sujetó la mano y corrimos a la entrada del callejón. Nos quedamos en la pared escondiéndonos. Keita estaba un poco golpeado y fatigado. Tenía mucho miedo. ¿Por qué quieren acabar con todo lo que tengo? ¿Por qué tiene que ser así?

—Será mejor que nos vayamos de aquí, señorita. El auto está más allá, manténgase a mi lado—Keita caminó al auto conmigo, mientras miraba que los hombres no nos estuvieran siguiendo.

Llegamos al auto y nos fuimos de esa área.

—¿Por qué se fue, señorita? ¿No ve que su vida está en peligro?

—Lo siento, pero necesito saber de Akira. ¿Por qué no lo entiendes?

—¡Akira está muerto! ¡Entiéndalo de una vez!— alzó la voz molesto.

—¿Por qué lo dices así? No tienes corazón, Keita.

—Lo tengo, y es por eso que te digo que lo entienda de una vez. Hazte la idea, eso no va a cambiar —escuchar esas palabras me dolieron más de lo que lo pudiera describir. No podía parar de llorar cada vez que recordaba a Akira.

—¡No, no lo acepto! —mis lágrimas eran más, al recordar su rostro pálido y su ropa llena de sangre—. ¿Dónde puede estar mi mamá y Yuji? Necesito saber si están bien.

—Ahora lo que importa es usted y el bebé, señorita.

—¿Cómo puedes decir eso tan tranquilo? Es mi madre y Yuji es mi amiga, claro que me tengo que preocupar por ellas. Tengo que saber cómo está mi madre.

—Es arriesgado que se aparezca por esa área.

—No me importa, pero tengo que saber de mi madre y Yuji. Si me tengo que escapar de tí, lo haré.

—Esta bien, señorita. Yo la llevaré, pero mañana. Le prepararé un té para que se calme y mañana saldremos de dudas. Debe cuidarse usted para que el bebé esté bien.

—Grácias, Keita.

Llegamos a la casa y me senté en el sofá de la sala. ¿Cómo estará mi mamá? Solo espero que esté bien. No quiero perderla también. ¿Por qué tuvo que pasar esto? Todo estaba bien, ¿Por qué? Al rato Keita se acercó con la taza de té.

—Aquí tiene, mi señora— me dio la taza.

—Keita, ¿Por qué? Todo estaba bien entre nosotros. Íbamos a ser una familia, ambos estábamos felices.

—Señorita, a veces las cosas pasan por un propósito; aunque a veces pensemos que es lo peor que nos pudo pasar, la realidad es que termina siendo una carga menos.

—Eso es imposible, Keita. ¿Qué puede salir bueno de esto? No puedo y no quiero estar sin Akira, mucho menos sin mi madre y sin Yuji.

—Cálmese, señorita, todo va a salir bien. Su madre debe estar bien, al igual que Yuji.

Mi cuerpo se estaba sintiendo cansado y mi visión se tornó media borrosa. De la nada sentí mucho sueño.

—Keita, ¿Qué me hiciste?—no podía casi hablar, es como si estuviera quedándome sin voz cada segundo que transcurría.

— Perdóname, pero debo protegerla. Esas son mis órdenes — me sujeté de su brazo y perdí el conocimiento.

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