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He leído suficiente por hoy. No quiero quedarme tanto rato en la oficina. Akira salió y no ha regresado. Su agenda no dice que esté en ninguna reunión, lo más seguro ya está en la casa o divirtiéndose. Será mejor que me vaya de una vez. Al salir de la empresa, el chófer estaba esperándome; supuse que Akira le avisó.

—¿Cómo le fue, Srta. Lisa?—preguntó abriendo la puerta del auto.

—Muy bien, supongo.

—¿Necesita ir a otro lugar antes de llegar a la casa?

—No, no creo.

—El Sr. Akira no podrá llegar esta noche a la casa.

—No sabes lo feliz que eso me hace.

—¿Quiere tomar un café, señorita?

—Sí, lo necesito.

Llegamos a la cafetería y estuvimos un tiempo en silencio.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando para Akira?

—Unos 6 años.

—Eso es mucho.

—Sí, mi padre trabajaba para él. Akira para ayudarnos a mi padre y a mi, me ofreció este trabajo. Lo acepté y desde entonces he estado con él.

—Te ves muy joven como para este tipo de trabajo, ¿no crees?

—Lo he hecho toda mi vida. Akira me dio una oportunidad de salir de la miseria y convertirme en esto que soy ahora.

—Luces muy agradecido por eso.

—Lo estoy —su mirada lucía realmente triste.

—No quise hacerte sentir incomodo. Lo siento.

—No ha dicho nada malo, señorita.

—¿Cómo te llamas?—pregunté para cambiar el tema.

—Mi nombre es Keita—respondió desviando la mirada.

—No creí que respondería a mi pregunta— reí nerviosa.

—No se supone que los empleados hablen sobre su vida personal, por eso no me había presentado antes.

—Entonces ¿Por qué respondiste? No le diré nada a Akira, si eso te preocupa— sonreí.

—Eso no me preocupa. Sé que no lo hará. Confío en su palabra, señorita. ¿Nos vamos?

—Sí—me levanté de la mesa.

Se ve que le tiene mucho aprecio y respeto a Akira. No puede quejarse, tiene un empleado fiel.

—Gracias por el café.

—De nada, señorita. Espero pueda repetirse algún día. Buenas noches.

Me hacía falta salir de esta casa. De ahora en adelante no estaré en este infierno encerrada.

—Bienvenida, Srta. Lisa. El Sr. Akira le envío su uniforme. Lo dejé en su habitación.

—Gracias.

Comencé a abrir la caja del uniforme. Nunca me vi vestida de asistente.

—¿¡Es una broma!? Esto es demasiado corto. ¿Akira se ha vuelto loco? No podría ir vestida así, de ninguna manera.

Había una nota y la abrí:

Será tu nuevo uniforme y no acepto quejas. Espero mañana verte con el puesto.

Es un verdadero idiota. Él sabía que diría que no, por eso lo hace, pero ya verá.

A la mañana siguiente, estuve mirándome en el espejo. No puedo salir así. ¿Qué pensarán de mi? No estoy acostumbrada a usar faldas tan cortas, ni mucho menos tan ajustadas.

—Srta. Lisa, el chófer la está esperando.

—Ya bajo— busqué mi bolso y bajé rápidamente las escaleras.

Me dirigí al auto, no podía llegar tarde.

—Buenos días, Srta. Lisa. Se ve muy... — Keita desvió la mirada.

—¿Mal? Quisiera poder cambiarme, pero Akira quiere que me ponga esto.

—Con todo respeto, se ve muy hermosa, señorita.

—Gracias. ¿Podemos irnos?

Llegué a la empresa y me dirigí lo más rápido posible a mi oficina. Estaba agitada y avergonzada. No me acostumbro a caminar con estos tacones y estar con esta ropa tan corta. Toqué en la puerta de su oficina y me hizo pasar.

—Buenos días, corderito. ¿Tu primer día y estás un poco tarde?— ajustó su reloj.

—Buenos días, Akira. No estoy tarde, llegué a tiempo.

—No importa cuánto sea. Dos minutos es mucho para hacerme esperar —se acercó, y retrocedí.

—¿Se puede saber en qué pensabas para obligarme a poner este uniforme? Es demasiado corto, no creo que sea adecuado para una oficina—gruñí molesta.

Akira agarró mi mano.

—Da una vuelta y te diré si es muy corto o no— di una vuelta, esperando que se diera cuenta que es demasiado corto—. Yo lo veo perfecto. No veo nada malo, todo lo contrario—puso su mano en mi muslo y subió a mi cintura—, es mucho más fácil y cómodo, tanto para ti como para mí.

—¡Eres un pervertido!—dije molesta.

—¿Quién es la que está pensando en cosas malas en este momento, corderito?—evitó que pudiera escaparme, poniendo sus dos manos sobre el escritorio y obligándome a mirarlo.

—¿Por qué no me dejas hacer mi trabajo?

—Yo decido qué harás, cuándo lo harás y dónde lo harás—me miró fijamente.

—Esto es acoso, aquí soy tu asistente.

—Hablas demasiado. Deberías usar esa boquita para decir lo que tu cuerpo desea a gritos—robando cualquier palabra que pudiera decir, me besó.

Me besaba descontroladamente, como si se hubiera aguantado por mucho tiempo. Su lengua jugaba con la mía. Con su mano levantó mi pierna, dejándola en el aire, mientras continuaba besándome. Por más que quería evitarlo, no podía. Mi cuerpo no respondía. En el instante que deslizó su mano por debajo de mi falda, abrieron la puerta.

—Lo siento, no sabía que habían llegado. Lo siento tanto—dijo Yuji, bajando la cabeza.

Akira se detuvo molesto y fijó su mirada a Yuji.

—¿Acaso no te enseñaron a tocar la puerta? — gruñó molesto.

—Lo siento, señor. No volverá a ocurrir—Yuji mantuvo la cabeza abajo.

No sabía qué decir o qué hacer, estaba realmente avergonzada. Es la primera vez que alguien nos ve en esta situación y, peor aún, alguien con quien debo comunicarme a menudo. Sentía mi rostro caliente de la vergüenza.

—Hoy estaré ocupado con unos socios, si llama alguien escribe una nota y lo llamaré luego—dijo dirigiéndose a mí.

—Esta bien, Akira— bajé la cabeza y Akira salió de la oficina.

—Yuji, disculpa por esto— le dije.

—Discúlpame tu a mí, no sabía que habían llegado. Te traje estos documentos y libros para que puedas conocer más el manejo. No sé si ya terminaste de leer los otros que te di.

—Me faltan unos cuantos. No he terminado con ellos, pero cuando termine te los devuelvo. Gracias.

—De nada. ¿Quieres ir a almorzar conmigo luego? Tómalo como una disculpa, ¿Si?—  preguntó avergonzada.

—Esta bien, lo acepto— sonreí.

Bueno, a ponerme al día ahora con el trabajo y el manejo. Tengo muchas bocas que callar.

Akira

—Sr. Akira, la Sra. Ima lo ha estado procurando, ¿Qué le digo? —me informó Keita.

—No le digas nada. No sé qué quiera ella conmigo. Si es por lo de su esposo, ya le devolví a la hija, que no me moleste más.

—Como ordene, señor.

Llamada telefónica:

—Mr. Jefferson, ¿Alguna novedad?

—Sí, Akira. Tengo otras pistas del posible paradero de ella, pero tendríamos que hacer negocios directamente con la compañía. No sabemos si están de buenas y quieran negociar.

—Quieran o no tendrán que hacerlo. No planeó negociar con ellos, solo necesito encontrarla. Cuando sepas con certeza dónde es posible que esté, avísame. Viajaré para allá y nos preparamos.

—Debes tener mucho interés por esa chica.

—Sí, es muy importante para mi devolverla a su familia.

—Si tengo noticias te vuelvo a llamar, Akira.

—Me has servido de mucha ayuda. Algún día te pagaré todo estos favores.

—No te preocupes. Eres como un hijo para mí, por eso hago todo esto.

—Nos veremos pronto— colgué la llamada.

Acaricié mis labios y cerré los ojos. Tan cerca y tan lejos a la vez, corderito.

Lisa

Es demasiada información. Debo leer parte por parte o me perderé. El teléfono de la oficina sonó y respondí.

—¿Buenas?

—Buenos días, ¿se encuentra Akira en la oficina?

—No, él está en una reunión. ¿Quién lo procura? ¿Gusta dejarle un mensaje?

—No te preocupes, jovencita. Pasaré más tarde por su oficina.

—Me parece muy bien. Buen día.

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