Estirando sus brazos mientras salía del edificio, el Gigante de Acero bostezó al llegar al patio de entrada.
Podía ver al Vladislav Vasíliev con sus secretarios en la zona mientras en otra parte estaba el líder del gremio Los Caídos, Mercurio quien lo saludo.
Antón devolvió el saludo con cierta calma.
No le interesaba la razón por la cual era amigable y no tenía interés en ese individuo, pero eso no significaba que no pudiera entablar una conversación sana.
Sin embargo, eso era todo, ese individuo parecía demasiado extravagante y aleatorio para relacionarse.
"¿Antón cuando vendrás a la academia?" Preguntó el Director Ackermann al acercarse y con una sonrisa, añadió. "Mi compañero estará encantado de verte."
Ese hombre actuaba de forma solemne durante la mayor parte de la reunión de paz y si bien era silencioso, protegía los intereses europeos de forma directa.
No obstante, ahora que estaba fuera de esa sala en donde literalmente estaba llena de mentirosos, ambiciosos y lunáticos, estaba más relajado.
"Tal vez vaya cuando tenga tiempo. He estado un poco ocupado, encargándome de algunos asuntos del gremio de héroes." Respondió Antón con calma.
Su presencia en la reunión de paz era literalmente solo como fuente de intimidación y advertencia.
Cualquier idiota que pensara que podía detener esta 'paz', se encontraría con él, quien se adaptaba a la batalla de cualquier tipo y clase.
Incluso si trataba de detener su ascenso y principalmente su crecimiento, su cuerpo estaba volviéndose más resistente y duro.
No obstante, fuera de ser un aviso a quienes deseaban guerra, aquí no tenía tanta importancia.
"He escuchado que has estado trabajando bastante en el gremio de héroes." Murmuró el Director Ackermann sin ocultar su curiosidad e interés.
No era bueno en la administración o en la gestión, pero era más capaz en el gremio en donde no había que pensar demasiado sobre las traiciones.
O en donde las traiciones eran más políticas que nada.
Ahora entendió que el Director Ackermann apuntaba a la extrañeza de su constante trabajo en el gremio y Antón dio una palmada a ese hombre delgado.
"No me gusta quedarme atrás." Respondió Antón mirando a la mujer que estaba saliendo del edificio.
Estaba en sus veinte tantos años, llevando una túnica que, si bien era holgada, no ocultaba sus curvas y su belleza era incuestionable.
Rasgos bien definidos, pestañas largas, labios seductores y piel blanca que lograban traer la admiración de cualquiera.
Esa admiración pasaba a respeto cuando alguien era observado por esos ojos azules que mostraban frialdad.
Era una belleza ahora como lo fue hace veinte años y cuando ella notó su mirada, le dio una fascinante sonrisa que hizo que Antón no pudiera evitar sonreír.
Ahora esa mujer estaba hablando con Oprovana y Xezor con cierta calma mientras comentaba temas de nigromancia, buscando relacionar a ambos.
Su esposa muy posiblemente no estuviera interesada en la paz… O en este mundo.
A excepciones de sus hijas, era muy posible que su interés en otras partes fuera ligera y casi superficial, pero incluso si no estaba interesada, ella era buena trabajando.
Si en la sala de reuniones se arreglaba los pormenores, afuera se definía los intereses y esa mujer era quien guiaba el camino a donde deseaba.
"Solo ven a visitarme luego." Dijo el Director Ackermann agitando su cabeza con aburrimiento al verlo.
Antón se rio suavemente y dejo de admirar a su esposa de la cual estaba tan orgulloso.
Estaba trabajando en el gremio, ya que había pensado en el retiro y deseaba dejar algunas personas a cargo del gremio.
El Director Vincent de la Academia de Héroes era alguien confiable, pero estaba más interesado en su academia que en el gremio y con respecto al Anciano Harris, lideraba mayormente al gremio de aventureros, que el de héroes.
Por eso al menos debía dejar una gestión que pudiera mantener al gremio en su posición, aunque en el fondo pensaba, que era imposible que fuera para siempre.
Con ese pensamiento, pudo observar que el Rey Demonio Aniquilador salía del lugar y ambas miradas se cruzaron.
Fue Antón quien se acercó a ese demonio con una sonrisa.
"No pensé que aceptaras entregar tierras a los rusos. Creí que tratarías de buscar más beneficios, que solo luchar." Dijo Antón mientras activaba un anillo que era un artefacto.
Una barrera los cubrió a ambos y ese Rey Demonio simplemente sonrió.
"¿Quién fue la persona que me obligo a cuidar esas tierras?" Preguntó ese demonio con calma.
Antón se rio logrando que ese demonio también diera una sonrisa.
Ese demonio de piel roja, para Antón era mejor que muchos humanos, ya que a diferencia de cualquier humano, este demonio era alguien directo con sus deseos y a la vez sabía mantener su palabra.
A pesar de que era un poco más bajo que él y tenía un físico entrenado, pareciendo un luchador dedicado y un 'cerebro de músculo', en realidad no era tan simple.
"Arthur." Dijo ese demonio y al ver que lo miraba con una expresión extraña, comentó. "Puedes llamarme Arthur. Mi nombre real es Arthod, pero hay que adaptarse a la humanidad."
Encogiéndose de hombros con un tono simple, Antón le dio una mirada lenta a ese individuo.
Llevaba un traje humano de alta calidad que estaba bien ajustado y en su mano llevaba un reloj holográfico.
"Queriendo quedarte, eh… Está bien por mí. Si deseas visitar otros lugares de esta tierra puedo ayudarte a pasar desapercibido." Dijo Antón y con un tono pensante, añadió. "Aunque creí que desearías volver a tu mundo… Escuche que es caótico."
Muy pocos sabían del mundo demoniaco, pero como un miembro de la iglesia, Antón estaba bien informado.
El mundo del cual venían tenía reglas parecidas a la tierra en donde no había niveles y si bien los dioses infernales de Terra nova eran adorados en su mundo natal, no había orden como uno pensaría.
Básicamente todos los demonios creaban sus reinos o señoríos y luchaban entre ellos matándose para prosperar, hasta que otro demonio venía arruinando sus tierras y ocupando su lugar.
Eso llevo a que su fuerza de batalla fuera más alta, pero a la vez hizo que sus números se redujeran y su supervivencia siempre dependió de la fuerza.
De cierta forma era un mundo ideal para alguien que le gustaba la batalla.
"¿Volver? No. Mi hogar era caótico, sobrevivir es difícil incluso para alguien como yo." Respondió Arthur y con calma, añadió. "Estoy agradecido haber saltado al primer portal gigantesco cuando se abrió."
Los Portales Demoniacos aparecieron en su mundo natal y ese individuo como gran parte de los demonios que vinieron a este lugar, decidieron saltar para adentrarse a un destino desconocido.
Tan impredecible como se esperaría de los demonios.
Ese gran demonio dio una mirada tranquila y luego le señaló la barrera como si preguntara que tan alto era la seguridad y al verlo, Antón utilizó un artefacto bendecido.
El espacio literalmente fue cortado desde el interior, pero solo su esposa dio una mirada notando la diferencia.
"Ya lo debes saber, pero si muchos de nosotros saltamos directamente sin saber a dónde dirigía el portal, otros vinieron organizados." Dijo Arthur y dando una expresión seria, detalló. "La mayoría luchó en una guerra de supervivencia con miedo a su muerte y se dejaron corromper por esos sucios dioses malignos y si bien hubo demonios como yo que tuvieron suerte para organizarse. Otros han estado organizados desde la llegada, sabiendo su posición desde el inicio."
A quien estaba apuntando era al gran demonio que estaba al lado del líder del Gremio Los Caídos.
Ese gran demonio que se cruzaba de brazos, mostraba una expresión indiferente, que era imposible leer.
El Rey Demonio Pacífico era conocido por unirse a los humanos desde el principio y Antón al pensar en esa idea, dio una mirada seria.
Sabía a donde iba y sabía de qué lado ponerse.
Aun así…
"Es bueno saberlo." Respondió Antón y mirando a su compañero de batalla, preguntó. "¿Cuántas batallas te debo?"
Era bueno saber sobre el tema, pero él solo informaría a su esposa.
Había demasiados asuntos problemáticos en este mundo y algunos de ellos eran temas que a él no le agradaba meterse.
Desde su problemático hijo y su peculiar pareja o esa deidad para cuál 'trabajaban', al final eran temas que lo superaban de cierta forma y que de hace tiempo había dejado que su esposa se encargara.
"Las que quieras." Respondió Arthur y dando una media sonrisa, añadió. "Y la que puedas."
Luchar era algo normal para él, pero tenía que evitar que su ascenso se disparara o antes de que se diera cuenta, empezaría a crecer sin parar.
No obstante…
"¿Estás desocupado ahora?" Preguntó Antón y con una sonrisa, dudó. "¿Qué tal una lucha con un terranovense? Es de la raza enana, lo conocí hace un tiempo."
Recordaba al enano experimentado con el cual había luchado y si bien no eran tan cercanos, una buena batalla y las posteriores copas después, ayudaron a que se conocieran.
Entablar una buena relación con un Rey Demonio que luego podía ser de ayuda en las reuniones para su esposa, era parte de su trabajo.
Tal vez no era como su esposa que era increíblemente hábil para esta clase de asuntos, pero él era bueno socializando.
Y viendo que el demonio estaba interesado, dio una sonrisa.
No le interesaba si los demonios vinieron o no sabiendo a donde llegarían, lo que le importaba era que protegieran a este mundo o al menos se adaptaran a las reglas.
Arthur era esa clase de demonio que se adaptaba para sobrevivir, incluso si era a un mundo humano.
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Alice que tenía una bolsa de papitas, observó como el dúo de gorilas se preparaban con el nuevo regalo.
Estaban jugueteando con objetos de almacenamiento que le había regalado su hermana.
"Es bueno utilizar algunos artefactos para protegerse." Dijo Alice y tras pensarlo, comentó. "Está bien si no le gusta usar armaduras, pero nunca viene mal una protección extra."
Ellos eran gorilas atronadores que estaban dedicados a la batalla.
Sus cuerpos eran fuertes y mayormente resistentes, permitiéndole soportar golpes pesados y recibir heridas que para otros podrían ser mortales.
A algunos luchadores y especialmente a las bestias mágicas no le gustaban utilizar armaduras, dependiendo de sus cuerpos y sus protecciones naturales, pero Alice creía que una o dos protecciones extras en forma de artefactos eran útiles.
Incluso ella utilizaba ropa encantada con barreras o algunos que otros artefactos para evitar algunos percances.
"Tal vez ya lo sepan, pero la misión en Sudan no será fácil y nada simple." Dijo Alice atrayendo la atención de ambos gorilas y al ver que la observaban con total atención, explicó. "No solo vamos por los refugiados. Nuestro objetivo será eliminar a los gobernantes de Sudan y a su gente, para dejar a los nuestros."
Se había estado retrasando bastante los movimientos en Sudan y si bien al principio fue por la Señora de las Bestias y luego por los refugiados, Melgar igualmente había estado haciendo un buen trabajo.
No obstante, según los informes Sudan no era un lugar simple y era posible que hubiera muchos negocios sucios, que Aurora seguramente desearía erradicar… Junto a sus dueños.
Eso significaba que tendrían que realizar una misión de asalto a gran escala para golpear al mismo tiempo y desbaratar todo.
Lo bueno era que Melgar, tenía a sus 'compañeros' que podrían tomar el lugar y regir las tierras para que de esa forma no entrara en caos, luego de la caída de los gobernantes actuales.
"Normalmente dos rangos A no tendrían que participar." Dijo Alice y viendo que ambos gorilas se volvían solemnes, añadió. "Pero he convencido a mi hermana para permitirle que apoyen."
Como rangos A no serían de tanta utilidad como un par de rangos S, pero si no incluían a los de bajo rango en estas misiones, era posible que nunca les diera la oportunidad de desarrollarse.
La muerte era una posibilidad en esas misiones, no obstante, era necesario que se tomaran riesgos… Riesgos que ellos debían ver si aceptaban o no.
Alice ocultó el hecho de que su hermana solo aceptó si ella los protegía y en vez de eso les dio una mirada.
"Es mejor que vayan preparados mentalmente." Dijo sin ocultar su sonrisa.
¿Qué era lo que les esperaba? Según los informes, la situación era muy mala y más en Jartum.
La situación podría llevarse al extremo de matar o morir y eran ellos quienes debían moverse para ver a que extremo estaban dispuestos a llegar.
Ellos mismos debían ver sus límites y lo que estaban dispuestos hacer para alcanzar su objetivo.
En cuanto a ella… Solo se encargaría de observar las decisiones que tomarían.