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Maldad Despreciable. Parte 3

En el aire, con su espalda vuelta hacia él, ella no podría contraatacar.

Sin embargo, la convicción tras ese ataque se vio perturbada.

_Wilhelm: …gh. 

La capucha que cubría la cabeza de la mujer, incapaz de ignorar la gravedad que tiraba de ella mientras la mujer giraba su cuerpo, se echó atrás, revelando lo que había estado ocultando.

Un largo cabello del color de una hermosa y fiera llama.

_Wilhelm: …

Cuando eso entró en su campo de visión, el ataque del espadachín acarreó una imperfección que existió por menos de un solo instante.

Un error, una ligera desviación de la perfección, increíblemente sutil. Aun así, nadie más sería capaz de bloquear este ataque.

Sin embargo, considerando al oponente actual del Demonio de la Espada, este error era fatal. Esa turbia hoja nunca podría alcanzar a una existencia que una vez consiguió el favor del Dios de la Espada.

_Wilhelm: …

Al ver la escena frente a él, un escalofrío trabó la garganta del Demonio de la Espada.

Ese certero golpe había sido interceptado a medio camino, justo antes de alcanzar a la mujer.

No había sido nada especial. La mujer simplemente alzó su espada larga en el aire y la situó entre las espadas gemelas que venían de arriba y abajo. Tan fácil como poner un palo entre las mandíbulas de una bestia.

La hoja y el mango de su espada larga atraparon por completo el avance de las dos espadas. Lo que hizo que el Demonio de la Espada se estremeciera fue ese mordisco del acero con el acero que sonó sólo una vez.

Haber detenido las dos espadas con sólo un estridente sonido significaba que ella había calculado hasta los milisegundos del momento exacto en que ambas chocarían con su propia arma.

Lo realmente terrible era la claridad de visión necesaria, habilidad y nervios de acero necesarios para intentar siquiera hacer algo así sin el más mínimo temblor.

_Wilhelm: —kuu.

La hazaña, tan alejada de lo que el sentido común consideraba posible, robó un suspiro a la garganta del Demonio de la Espada.

En ese instante, la pierna de la mujer aún atrapada entre las espadas surcó el aire en un amplio arco, pateando las manos del Demonio de la Espada, que aún descansaban donde su ataque había sido detenido.

El impacto le hizo soltar las armas en sus manos y en ese momento, se encontró a sí mismo completamente indefenso.

Inmediatamente después, la espada larga se deslizó por el aire horizontalmente como para segar al enemigo, acabando la agonía presente en la atmósfera.

Era tal la velocidad a la que la espada se aproximaba —y sobre todo el alcance—, que, aunque tuviera un poco de tiempo y distancia, el espadachín con las manos vacías no tenía forma de evitarlo.

La espada larga atravesando su piel y perforando sus órganos y cercenando su columna vertebral, entrando por su lado derecho en un solo movimiento y partiendo su cuerpo por la mitad—derramando sangre y órganos internos, el cuerpo ya castigado por la avanzada edad rompiéndose con el golpe. Ese era el destino que le esperaba.

Ese era el inevitable final, la conclusión de aquel encuentro.

Llegado el fin de su vida, habiendo perdido todo, no podía siquiera aferrarse a una oportunidad de redención.

—Esa clase de conclusión era simplemente inaceptable.

_Wilhelm: ¡¡RAAAAAAAAAAAAH—!!

Se rebeló contra el sangriento final que por un segundo atravesó su mente.

La garganta del Demonio de la Espada ardió con la escena final de esa ilusión, la vitalidad de sus años de ocaso estallando desde su interior. Rompiendo los límites de la concentración de tal modo que incluso el paso del tiempo se detuvo, sólo él y su oponente existían en ese momento, el sonido y los colores del mundo perdiendo nitidez.

La inminente hoja trazó una inesperada órbita para clavarse en su cuerpo.

Lentamente sintiendo cómo la hoja laceraba su frágil piel, junto al dolor y calor del sangrado y como si la fuerza natural de la gravedad se hubiera incrementado diez veces, concentró toda su fuerza en la planta de sus pies.

Enterrando sus talones con la fuerza suficiente como para quebrar el adoquinado, redirigió la fuerza del balanceo de sus brazos hacia la derecha, creando un movimiento de reacción.

Volteando su cuerpo con la distancia más corta y el mejor ángulo, girando hacia un lado como si estuviera acercándose a la hoja que rozaba su cuerpo, se trataba de una forma de evasión que le permitía moverse junto a la hoja que se deslizaba por su costado.

_Thearesia: …

Habiendo frustrado su ataque, la continuación del ataque de la espadachina fue demorado por un breve momento.

En esos instantes, el Demonio de la Espada retrocedió varios pasos, atrapando sus espadas gemelas en el aire. Con un suspiro, puso la palma de su mano en su costado, revisando la profundidad de la herida.

Ciertamente no era un simple arañazo.

Después de todo, se había girado mientras la espada invadía su cuerpo. Girarse mientras sufría un corte naturalmente abriría una herida.

Afortunadamente, había logrado impedir que la hoja alcanzara sus órganos, apenas por un pelín de distancia, pero la cantidad de sangre que salía de la herida que estuvo a milímetros de tocar sus entrañas no era ignorable.

Para una persona ordinaria, ésta sería una herida severa. Y aunque lo normal sería recibir tratamiento y descansar—

_Wilhelm: —Ya sabía desde el inicio que no duraría mucho en esta batalla.

Si ya de por sí tenía el tiempo contado, ahora ese lapso se había vuelto aún más corto.

El Demonio de la Espada —Wilhelm— se quitó la camisa y detuvo violentamente el sangrado de su cintura, exponiendo su saludable piel durante este tratamiento de emergencia; y mientras tanto, por alguna razón, no fue atacado.

La mujer frente a él simplemente observó en silencio, con su mirada carente de emoción.

Ante su propia anticipación de cualquier vacilación o cambio sutil en aquellos ojos, Wilhelm sonrió amargamente. Presionando su herida abierta, se despertó a sí mismo con el dolor.

_Wilhelm: No hay tiempo para debilidades. Deja de soñar. Ya tendremos nuestra sagrada reunión un día, en los cielos.

_Thearesia: …

_Wilhelm: No creo estar alucinando. Ni tampoco espero un milagro. Mi esposa fue una mujer reacia a seguir el camino de la espada, pero ni una sola vez le impuso a otros la responsabilidad de empuñarla.

Una sombra sin emociones, nada más que un cadáver que sabe lo que en vida una vez supo.

Cabello carmesí, largo y sedoso, una suave piel blanca y transparente, ojos hermosos como gemas; cerrando los suyos, Wilhelm recordó ese bello rostro del que nunca se cansaría.

Todo eso se encontraba frente a él, y todo eso no debía encontrarse frente a él.

_Wilhelm: Oh, Thearesia, cuán hermosa eres. —Y justo por eso, no puedes quedarte aquí.

Wilhelm empuñó con más fuerza sus espadas, asumiendo una vez más una postura de combate.

En este momento, quien se encontraba aquí de pie no era el esposo de Thearesia van Astrea. Aquel que había pedido venir aquí no era Wilhelm van Astrea.

El único que se encontraba aquí era el Demonio de la Espada Wilhelm.

—Enfrentándose a su difunta esposa, Wilhelm endureció su espíritu, su mirada volviéndose clara y despejada.

Incluso si su sangre hervía, no permitiría que su odio hacia la siniestra figura lo quebrara.

Ya que, justo ahora, en ese momento, en ese instante, nada más importaba.

Su vieja amiga, su compañera de armas, su esposa, le había dicho a Wilhelm una vez: "No permitas que el calor mancille la hoja, no permitas que tu sangre arda, debes aprender a amar el frío del acero".

¿Qué tal ahora? ¿Está ardiendo?

_Wilhelm: No, está helada. Como la hoja de la espada.

Bajo la luna, el Demonio de la Espada atravesaba a su oponente con una mirada firme.

La talentosa espadachina que era su oponente también alzó la punta de su espada larga de manera impecable una vez más.

En un instante, sus espadas volvieron a destellar una contra otra.

Los sonidos del acero se entrelazaban entre sí como un lamento, una súplica, un cortejo.

Deseando un final y deseando que un final nunca llegue.

Como si se tratara de una interminable conversación sin necesidad de palabras, el incesante eco de las espadas podía escucharse en la distancia.

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