—¿Lan Yu te trajo? —Kang Jian cambió de tema.
—Sí.
—Ve a decirle que te lleve de vuelta —respiró profundo para contener el dolor e hizo lo posible por mantener su mente despejada.
—¿Qué hay de ti? —lo miró con inquietud, sintiéndose aún más nerviosa cuando recordó la lucidez terminal que había visto en el Sr. Song—. ¡De-deja de hablar! Necesitas ahorrar fuerzas.
—Estoy bien... —nunca la habría dejado entrar si de verdad estuviera grave.
—Pero Lan Yu dijo que estás muriendo...
—Te está mintiendo —pestañeó—. No es nada serio y estaré bien en unos días.
—¿En serio? —preguntó con sospecha.
—En serio —hizo una pequeña pausa antes de responder—. Puedes regresar ahora. Quiero dormir un poco —le sonrió débilmente.
Ella tiró del dobladillo de su vestido nerviosamente y luego lo arropó mejor con la frazada, diciendo en voz baja:
—Descansa. Mejórate pronto.
—Bueno.
Cuando salió, Lan Yu ya no estaba ahí.
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