—¿Qué examen...? —An Xiaxia sintió ligeramente que algo iba mal, pero no sabía qué.
—¡Deja de actuar! ¡An Xiaxia, nunca había conocido a una estudiante como tú! ¡Esto es indignante! —el profesor de matemáticas estaba tan molesto que sus labios temblaban—. ¡Sé que no eres buena con las matemáticas, pero nunca te abandoné! Tu profesora me dijo que tienes buenas calificaciones. Siempre y cuando pases matemáticas, tienes una buena probabilidad de entrar a una universidad buena. ¿Pero qué has hecho? En vez de trabajar duro, ¡lo único que haces es usar trucos ruines!
Algunos otros profesores sin clases durante esa hora también estaban en la oficina y voltearon a verla al escuchar los gritos del profesor. An Xiaxia sintió que estaba en ascuas. Las miradas inquisidoras o desdeñosas que le lanzaban la ponían muy incómoda.
—Señor, ¿de qué está hablando...? No entiendo... —dijo con susto.
—¡Velo por ti misma! —el profesor resopló—. ¡Obtuviste 76 de 100!
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