—¡An Xiaxia! —Sheng Yize tomó su manito y le sobresalieron venas azules de la sien.
—¿Eh? —An Xiaxia lo miró con inocencia.
Él de verdad estaba sin palabras. Ahora sabía que ella no estaba pensando en esas cosas en absoluto. Sin embargo, sus claros y radiantes ojos solo secaron más su boca.
—Cierra los ojos —tosió y sonaba un poco ronco.
—¿Por qué? —preguntó ella a regañadientes.
—Necesito cambiarme de ropa. ¿Quieres ver? —la amenazó con frialdad.
Ella sacudió la cabeza de inmediato, se recostó en el asiento y tapó sus ojos, dándole la espalda.
Él dejó salir un suspiro de alivio apenas ella dejó sus brazos. No obstante, también lo decepcionó el sentimiento de pérdida.
¡Maldita sea!
¡Esta mujercita!
Tomó una botella de agua de atrás de los asientos y dio un sorbo. Cuando el agua fría entró a su cuerpo, su inquietud por fin se calmó.
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