Zaki estaba anonadado. Se quedó petrificado en su sitio, mientras que Hinari seguía llorando. Lo que había dicho resonaba en su cabeza, volviéndolo loco.
¿Esposo? ¿Quién demonios es tu esposo? ¿Y qué? ¿Amante? ¿Quién demonios es? Hinari, tú...
Mientras Zaki intentaba calmarse, la multitud comenzó a atacarlo con palabras. Las ancianitas comenzaron a regañarlo como si fuera un vándalo adolescente.
—¿Acaso no tienes corazón? ¿Cómo puedes dejar a tu hermosa esposa?
—¡Eso es! Esta señorita es hermosa, ¿cómo puedes tener otra?
—Sí, no importa lo guapo que seas, deberías estar satisfecho con una mujer.
—Mira, tu pobre esposa está llorando. No te quedes ahí parado, pequeño canalla.
—No puedes tratar así a una mujer, aunque seas el hombre más apuesto de la tierra. No tienes perdón solo por ser guapo, ¿entiendes?
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