La voz del abuelo Mu resonó en sus oídos, "Si el hombre no da el primer pie, tú, como mujer, deberías dejar de ser reservada…"
Su orgullo era parte de ser reservada.
Ella había sido siempre reservada.
Pero Mu Yazhe era como una ráfaga de viento despreocupado y arrogante con ese temperamento suyo. En su presencia, ella estaba totalmente perdida en cómo empezar una charla y ganar su interés.
Desde que eran niños, él siempre había sido distante hacia ella. Por un lado, seguramente se oponía a ese matrimonio, por otro lado, probablemente no estaba siquiera interesado en ella.
Sus manos se apretaron en puños. Lentamente se adelantó y le preguntó: ―Zhe, ¿por qué no me tocas?
Él abrió ligeramente los ojos, que eran fríos y penetrantes, pero no dijo ni una palabra.
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