El resplandor tan brillante como el sol hizo que incluso Lydia entrecerrara los ojos, mientras que Rhode se los tapó a Christie y se volteó. Las sombras en el suelo temblaron como un monstruo que estaba siendo devorado por las luces.
Todo el mundo estaba en un blanco puro.
Solo por un instante.
Los vibrantes colores volvieron cuando el resplandor se desvaneció y poco después todos escucharon un «¡bam!» ahogado. El Santo de la Espada de Niebla estaba completamente cubierto de tierra, arrodillado. Agarraba a Amanecer con fuerza, pero el arma legendaria había perdido su brillo habitual. Rhode estaba familiarizado con esta escena porque a Gracier y Madaras les había ocurrido lo mismo antes. Aunque la durabilidad de un arma mágica era sumamente fuerte, podían ser igual de inútiles ante un ataque excedía su tolerancia.
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