Por fin, la Princesa Bi Yao quitó su mirada y se sentó a la izquierda del Emperador. Pero sus ojos hermosos, que eran suaves como el agua, todavía no podían evitar mirar de reojo a Duan Ling Tian de vez en cuando...
Aquel rostro bello que ella añoraba y que había aparecido por las noches, tantas veces, en sus sueños por fin había aparecido una vez más frente a ella. Su estado de ánimo inestable estaba por momentos bien y por momentos no tanto; no pudo calmar su ansiedad por un largo rato.
Ahora mismo, Duan Ling Tian y la Princesa Bi Yao estaban sentados a cada lado del Emperador. Para cualquiera que los viera de lejos, parecía una pareja celestial. En este momento, parecían opacar todo lo que había alrededor de ellos.
Duan Ling Tian levantó las cejas y su mirada serena se fijó sobre el hombre robusto, mientras pensaba:
—¿Él es el embajador del Reino Ascensión del Sol?
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