—¡¿Por qué pellizcas mi rostro cada vez que estás preocupada?! —Ding refunfuñó en voz baja, malhumorado.
—Y no solo lo pellizcas cuando estás preocupada, también lo haces cuando estás feliz y cuando estás triste. ¡Soy un adivino magnífico!
Kate dijo enojada: —¡Entonces piensa una manera de evitar que muera!
—¡No puedo hacer nada! —se quejó Ding con un gesto de impotencia—. Mi bendición no se activaría en el plano incompleto de un Mago Legendario.
—¿Qué? ¿No tienes ninguna solución? —Kate se quedó helada.
No tenía otra alternativa más que mirar la pantalla mágica.
¡Esas fauces dentadas estaban a punto de rodear a Marvin!
—¿¡Entonces para qué sirves!? —como consecuencia de sus nervios, Kate dejó caer al suelo su mascota rechoncha. Ésta se arrastró hacia arriba, afligida y se secó una lágrima ¿Cómo había llegado a transformarse en una mascota?
—Pero no debes preocuparte…—la consoló Ding—. No morirá.
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