La bella mujer pisó la mano de uno de los hombres y lentamente dijo: —¿No querían acaso saber de quién dependo? Les diré, no necesito un sugar daddy, porque puedo depender de mi verdadero papi. Tener una boca tan sucia no los llevará a ningún lado. No me dejen ver sus rostros de nuevo, o haré que les golpeen cada vez que los vea.
Cuando la mujer terminó de hablar, se volteó para irse con sus amigos, ni si quiera había comido el estofado. El dueño del restaurante tenía tanto miedo que no se atrevió a detenerlos. Alguien inclusive llamó a la policía, pero luego de que llegaron, solo hicieron preguntas estándares.
—¿Tuviste miedo? —preguntó Qin Chu, abrazando a Huo Mian.
—No, fue muy satisfactorio, luego de todo lo que dijeron. Se lo merecían. Es asqueroso que hablan así e insulten a esa pobre mujer. Es bueno que los hayan golpeado —dijo Huo Mian y sonrió.
—Vámonos, vamos a otro restaurante.
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