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Capítulo 1

En medio de la noche, en una pequeña ciudad en el este de Ciudad Capital, un automóvil negro simple, avanzó lentamente por la calle vacía.

Si no fuera por la luna llena en lo alto del cielo, el auto se habría camuflado por completo. Las ventanas estaban polarizadas, sin dejar que las pocas personas que se asomaron por las ventanas atraídas por el ruido descubrieran quien visitaba su hogar en medio de la noche.

Cuando sonó la campana de la iglesia marcando la medianoche, el coche estacionó frente a la casa de tamaño mediano, era simple y común, rodeada de casas iguales, no tenía nada que la hiciera destacar.

Un minuto más tarde, salió un adolescente del asiento trasero, vestido una simple camiseta blanca larga hasta la mitad de los muslos, que hacía brillar su piel de porcelana, reflejando la luz de la luna, como un hermoso espejismo.

Tenía un corto cabello blanco, que perfilaba sus delicados rasgos, hermoso hasta el punto de hacer palpitar el corazón y conmover el alma.

Un segundo más tarde se bajó un hombre de mediana edad con un costoso traje perfectamente ordenado, se dirigió hacia el maletero y sacó cuatro grandes maletas, más unas cuantas mochilas, que requerirían varios viajes para meterlas dentro de la casa.

El adolescente se quedó de pie en silencio mirando el cielo, viendo como el hombre trabajaba, no fue hasta que solo quedaba una pequeña mochila que la tomó y lo siguió hacia el interior.

Un escalofrío le recorrió la espalda, y el aire que hasta hace un minuto era caluroso se convirtió en un frío viento de otoño, vio dos personas en mal estado con una feroz cicatriz en el cuello que la miraban desde el bosque junto a la calle, las cuerdas alrededor de sus cuellos que mostraban como había muerto seguían cada uno de sus movimientos.

Halana no dudó en ignorarlos y entrar en la casa, habían visto imágenes similares y peores desde que tenía memoria, como algo normal, podía caminar junto a ellos como si viera un gato callejero.

"Joven dama, dejé sus maletas en el cuarto del primer piso, el resto de las cosas están en la sala de estar" dijo el hombre de negro.

"Ya no tienes que llamarme así" Halana lo corrigió.

Desde que había decidido esconderse en este lugar, había renunciado por completo a su nombre, incluso su género, al final del día no había nada más importante que la vida misma.

Sin embargo, el mayordomo se siguió negando "sigue siendo nuestra señorita".

"Por supuesto, no es como si me hubiera hecho una cirugía de cambio de sexo" Halana soltó una risa sarcástica, ni ella misma lo encontraba gracioso "puedes llamarme joven amo".

El hombre de mediana edad también estaba incómodo, desde que la familia Ilion había tenido que desintegrarse de la noche a la mañana había estado en un estado de vigilia y vigilancia "esta situación sólo será por un tiempo".

"Lo sé" sonrió Halana, sin llegar a sus ojos azul pálido.

Se hizo silencio en el pasillo cada uno en sus propios pensamientos.

Finalmente, Halana rompió la calma y caminó hasta la habitación en el primer piso.

"Buenas noches, Señor Spencer" susurró.

"Buenas noches, joven amo".

Esta vez, la sonrisa le llegó a los ojos, las esquinas se curvaron ligeramente, con un poco de ingenio y vivez que brillaban cuando lo mirabas incluso en la noche más oscura, lo suficiente seductor como para enganchar a la gente.

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