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Capítulo 1: La Llamada del Inframundo

España,Valencia, 31 de octubre de 2025. 7:00 A.M.

El sonido rítmico del reloj de pared llenaba la tranquila mañana en la casa de los padres de Daniel.

La habitación de Daniel, que ocupaba la parte trasera de la casa, estaba inundada por la tenue luz del amanecer, que se filtra por las cortinas entreabiertas. Con sus 120m², la casa era espaciosa pero silenciosa, ya que sus padres pasaban la mayor parte del tiempo trabajando, a menudo sin regresar a casa durante meses,

lo que que dejaba el hogar en un constante estado de soledad.

El dormitorio de Daniel era modesto pero acogedor, con muebles simples y una cama deshecha donde Daniel había pasado otra noche de insomnio. Los recuerdos de sus sueños de grandeza llenaban las paredes en forma de mapas y esquemas de gobierno, testigos silenciosos de sus ambiciones secretas. Una fotografía en la mesita de noche mostraba a Daniel con una sonrisa forzada, rodeado de personas que ya no estaban en su vida, recordatorios de su incapacidad para conectar verdaderamente con los demás.

El sonido de la cafetera goteando en la cocina era la única señal de vida en la casa mientras Daniel se preparaba para enfrentar otro día de soledad y monotonía.

Aunque la casa estaba tranquila y vacía en ese momento, la cafetera seguía funcionando según lo programado, llenando la habitación con el reconfortante sonido de goteo mientras preparaba una taza de café para Daniel, como parte de una rutina matutina automática que había establecido previamente

Sin embargo, este día era diferente; era su cumpleaños número 20. Aunque Daniel no solía celebrar su cumpleaños, hoy sentía un ligero destello de emoción en su corazón. Decidió que este año haría algo especial, algo que nunca antes había hecho: celebraría solo.

Mientras se dirigía a la pequeña cocina, sus pensamientos vagaban por los recuerdos de su infancia, cuando los cumpleaños solían ser motivo de alegría y celebración en la casa. Ahora, sin embargo, la casa estaba tranquila, sin nadie más que él mismo para marcar la ocasión. Aun así, Daniel se sentía determinado a hacer de este día algo memorable, incluso si era solo para él.

Con un suspiro, decidió que comenzaría el día con un pequeño gesto de autoindulgencia: se serviría una taza de su café favorito y disfrutaría de un momento de tranquilidad antes de enfrentarse al mundo exterior.

Después de servirse una taza de café, Daniel se relajó en su silla favorita y disfrutó del aroma tentador antes de llevarse la taza a los labios y dar un sorbo. El líquido caliente le reconfortó desde dentro, infundiendo energía en cada célula de su cuerpo. Con cada sorbo, Daniel sintió cómo la tranquilidad de la mañana se fundía con la cafeína, despertando su mente y preparándolo para el día que tenía por delante.

Con la taza de café vacía y el aroma aún flotando en el aire, Daniel se puso manos a la obra para abordar las tareas domésticas que habían quedado pendientes.

Comenzó por recoger los platos sucios de la noche anterior y llevarlos a la cocina, donde los sumergió en el fregadero lleno de agua tibia y jabonosa.

Con movimientos precisos y metódicos, comenzó a fregar cada plato, taza y utensilio, disfrutando del sonido reconfortante del agua corriendo y el crujido de la espuma.

Una vez que los platos estuvieron relucientes y ordenados en el escurridor,

Daniel se volvió hacia la montaña de ropa sucia que se acumulaba en la cesta de la lavandería.

Con paciencia, clasificó cada prenda por color y tipo antes de cargar la lavadora y agregar detergente con precisión.

Mientras la lavadora zumbaba suavemente en el fondo,

Daniel se permitió un momento de descanso, encendiendo su equipo de música para llenar la casa con sus canciones favoritas.

Con la música como compañía, Daniel se sintió renovado y lleno de energía mientras se movía de una tarea a otra, limpiando, ordenando y organizando cada rincón de la casa. Mientras pasaba la aspiradora por el suelo y sacudía el polvo de los muebles, su mente vagaba por los recuerdos del pasado y las posibilidades del futuro, cada acción doméstica convertida en una forma de reflexión y contemplación.

Finalmente, cuando cada rincón de la casa relucía de limpieza y frescura, Daniel se detuvo un momento para admirar su trabajo con satisfacción.

El sol comenzaba a filtrarse a través de las ventanas, bañando la habitación en una cálida luz matutina.

Se permitió un largo suspiro de alivio, sintiendo un peso levantarse de sus hombros mientras se dejaba caer en el sofá

sintiendo el cansancio acumulado en su cuerpo.

Mientras se relaja, un destello de recuerdo lo sacudió. "¿Qué era lo que tenía que hacer hoy?" murmuró para sí mismo,con un leve interés fingido. "Creo que había algo importante." Se levantó y caminó hacia su escritorio, donde yacía su calendario.

Al examinar las páginas, su dedo se detuvo en una fecha marcada en negrita hace algunas semanas. "¡Ah, sí!" exclamó en voz alta, fingiendo entusiasmo. "¡La exposición de arte!" La emoción forzada volvió a inundarlo mientras recordaba la invitación que recibió hace tiempo.

Decidió que no podía perderse el evento y se apresuró a vestirse adecuadamente, aunque su expresión seguía siendo indiferente. "¡Todavía tengo tiempo!" se dijo a sí mismo con falsa determinación mientras se dirigía hacia la puerta.

Al salir de la casa, se cruzó con su vecino, quien lo saludó con entusiasmo. "¡Buenos días, Daniel! ¿Adónde vas tan aprisa?" preguntó el vecino con genuino interés.

"¡Hola, Pablo!" respondió Daniel, fingiendo una sonrisa amistosa. "Tengo una exposición de arte a la que debo asistir. ¡Casi se me olvida!"

"¡Vaya, suena emocionante!" exclamó Pablo, sin notar la falta de sinceridad en las palabras de Daniel. "¡Espero que lo disfrutes! ¡Buena suerte!"

"¡Gracias, Pablo! ¡Nos vemos luego!" Daniel continuó su camino hacia la tintorería, manteniendo su fachada de cordialidad mientras su mente permanecía fría e indiferente.

Después de recoger su traje en la tintorería, se encontró con una vieja amiga que pasaba por allí. "¡Daniel, qué sorpresa verte aquí!" dijo ella con una sonrisa cálida. "¿A dónde te diriges tan elegante?"

"¡Hola, Clara!" respondió Daniel, devolviendo la sonrisa con falsa amabilidad. "Tengo una exposición de arte a la que debo asistir. ¡Parece que será un evento interesante!"

"¡Qué emocionante!" exclamó Clara, sin notar la falta de autenticidad en las palabras de Daniel. "¡Espero que lo pases genial! ¡Nos vemos luego!"

Después de recoger su traje y conversar con Clara, Daniel se encaminó hacia la exposición de arte. Mientras caminaba por las calles de la ciudad, su mente divagaba entre pensamientos sobre el evento y sus propias ambiciones egoístas. Aunque su expresión seguía siendo serena y educada, en su interior, Daniel se sentía cada vez más ansioso por lo que le deparaba el día.

Daniel: (Para sí mismo) Este día será una pérdida de tiempo, como siempre.

Al llegar al lugar del evento, Daniel se detuvo un momento para admirar el edificio y su arquitectura. Aunque no solía mostrar interés en las artes visuales, la imponente estructura captó su atención por un instante antes de que continuara hacia la entrada.

Daniel : (Dirigiéndose al guardia de seguridad) Buenas tardes, ¿puedo pasar?

Guardia de seguridad : Claro, adelante. Disfrute de la exposición.

Una vez dentro, Daniel se encontró rodeado de personas que charlaban animadamente y admiraban las obras de arte expuestas. Mientras recorría las galerías con paso tranquilo, su mirada fría se posaba en cada pintura y escultura con una indiferencia apenas disimulada.

Daniel : (Para sí mismo) Mera pérdida de tiempo... ¿Por qué estoy aquí?

De repente, una obra en particular atrajo su atención: un retrato del rey Alfonso VII. La imagen del monarca medieval lo hipnotizó, y por un momento, Daniel sintió una extraña conexión con el personaje histórico. Sin embargo, rápidamente desechó esa sensación y continuó su recorrido por la exposición.

Mientras se alejaba del retrato, Daniel notó que algo no estaba bien. Un temblor recorrió su cuerpo y una sensación de malestar se apoderó de él. Trató de ignorarla y continuar con su visita, pero la sensación persistió, haciéndose cada vez más intensa con cada paso que daba.

De repente, un estruendo resonó en la sala, seguido de gritos y el sonido de gente corriendo. Daniel se giró para ver qué estaba pasando y se encontró con la imagen del retrato del rey Alfonso VII cayendo sobre el.

Sin tiempo para reaccionar, el cuadro se estrelló contra Daniel con un golpe ensordecedor, sumiéndolo en la oscuridad.

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