En pocos minutos, los oficiales que se habían reunido con Violet en la entrada de la villa se dieron cuenta de que no eran suficientes para enfrentarse a lo que se avecinaba. No eran más que cincuenta personas, pues la villa no contaba con una gran cantidad de soldados. Violet los había formado en dos columnas, a la cabeza se encontraba ella.
Luego estaban los soldados y, por último, los cazadores y piratas, que terminarían el trabajo restante. Pero lo que se extendía ante ellos era realmente aterrador: una manada de bestias, tan abundante que a simple vista no podías abordarlos a todos, entre las cuales había lobos y fazlur, esas bestias extrañas, tan feroces y grandes como los lobos, pero esqueléticos, con un gran cuerno en la cabeza que usaban para embestir, y también majmun, esos monos de aspecto terrorífico, jabalíes de gran tamaño, con grandes colmillos, etc.…
Cuando solo quedaban unos cien metros entre hombres y bestias, en los brazos de Violet aparecieron dos brazaletes que, lejos de ser simples adornos, eran armas terribles. Estos tomaron la forma de dos guantes magnetizados —Violet los llamaba azeríes— con los que Violet podía controlar a la vez cualquier cantidad de armas que fuera necesario, sin tocarlas. El azerí era su especialidad, y verlo, un espectáculo, aunque la mayoría de los presentes solo esperaban que les ayudarán a sobrevivir.
Violet alzó las manos a la altura del mentón y gritó:
—¡Lluvia de espadas!
En el cielo nocturno aparecieron un centenar de espadas, todas ellas apuntando hacia abajo, sobre el camino que, por fuerza, iba a usar la manada para llegar a dónde se encontraban. Y, cuando las bestias se encuentran justo debajo de las espadas, Violet las soltó, sin más, sobre sus cabezas, causando a muchas una muerte instantánea mientras otras eran aplastadas por las bestias de mayor tamaño.
El ataque surtió su efecto: la manada quedó mermada y ralentizó la marcha porque los cadáveres de animales que sembraban el camino obstaculizaron su marcha. Pero, además, las escasas tropas se sintieron inmediatamente más confiadas, y algunos gritos de júbilo empezaron a oírse entre ellas.
—¡Podemos ganar! Con Lady. Violet al frente, nosotros podemos ganar. —Exclamaban.
Aunque todos daban por cierto que los piratas tenían el don de crear armas, esto que acababan de ver requería un gran conocimiento de armería, ya que sólo se podía crear lo que habían visto alguna vez y la creación dependía de los detalles que se hubiesen podido retener en la mente. Cualquiera podía hacer una espada. Pero crear cien espadas idénticas, de buena calidad, y apuntarlas con precisión requería unos conocimientos y una técnica que la mayor parte de los piratas nunca lograrían tener.
Y, aun así, Violet no estaba satisfecha:
—¡Rayos! solo logré hacer cien, mi hermano se estaría riendo de mí en estos momentos —dijo para sí, luego exclamó— ¡chicos dejen de parlotear! Aquí viene la segunda ola.
Una vez más una manada de bestias se aproximaba, y Violet, en la vanguardia de la tropa, volvió a recurrir a su don. Las espadas clavadas en las bestias se evaporan y una gran cantidad de armas aparecieron a su alrededor, en el aire, ¡más de cien pistolas! Que dispararon al unísono a la siguiente línea de bestias, haciendo caer a decenas de ellas. Pocos animales conseguían sobrepasar la posición de Violet, y los que lo hacían podían ser controlados con facilidad por los soldados de la segunda línea. Los cazadores y piratas de la retaguardia aún no habían tenido ocasión ni siquiera de desenvainar la espada.
Y esto continuó durante un tiempo.
—¡Esa mujer es increíble! —comentaba un cazador que se encontraba en la última línea de defensa—Le propondré matrimonio.
—¿Estás loco?, ella nunca te haría caso —le respondió un pirata que se encontraba a su lado.
—Déjale que sueñe —dijo un tercero, que al final convino— aunque es cierto, amigo, ni en tus sueños te haría caso. Violet Vandergate…, nunca creí que lucharía a lado de un Vandergate, esto se siente como un sueño, ella junto con los soldados son lo suficientemente fuertes como para encargarse de esto, nosotros estamos de sobra.
Pero Derrick, que estaba cerca, lo veía de otra forma. Él sabía que al distribuir la tropa en varias líneas se aseguraba de que cualquier animal que pasase una línea de defensa encontraría otra, y que eso a la vez, daba confianza a los soldados porque relativiza sus errores.
Podían concentrarse en lo que estaban haciendo con la seguridad de que si se equivocaban alguien arreglaría el error, que había alguien a su espalda tan dispuesto como ellos. Y justo cuando acababa de explicarles eso a los que habían querido escuchar, el error de los de delante apareció: con un estruendo terrible. El suelo se abrió tras la última línea de hombres y de la grieta resultante salió un grupo de Pyranikus —probablemente las responsables del agujero— junto con un grupo de Fazlur.
—Pero, ¿qué demonios?, nunca había visto algo así, los Pyranikus y los Fazlur trabajando juntos. —comentó el pretendiente de Violet, y otros estuvieron de acuerdo:
—Esto no es un ataque descontrolado por parte de las bestias, algo o alguien está detrás de todo esto.
Derrick también creía que había algo raro, pero pensó que no era el momento de ponerse a discutir, así que hizo callar a todos, los agrupó y, juntos, atacaron a las bestias.
En vanguardia, alguien informó a Violet:
—comandante, las bestias se abrieron paso bajo tierra, se han adentrado a la villa, la última línea está luchando contra ellos.
—¿Bajo tierra?
—Sí, fue culpa de las Pyranikus, ellas cavaron el hoyo hasta la villa.
—Pero, ¿cómo lograron ese razonamiento?, ¿no es este un ataque descontrolado por parte de las bestias?, es imposible que hayan razonado esa estrategia por sí solas… —pensó Violet.
Realmente se trataba de algo extraordinario. Aunque era bastante frecuente que los animales se descontrolan hasta el punto de decir que pocos los soldados no hubiesen estado ante una situación similar en alguna ocasión, nunca se había oído que esas bestias fueran capaces de organizarse para vencer a los humanos.
Fue en ese momento que Violet empezó a sentir un escalofrío recorriendo su espalda.
—¿Los lobos? ¿Dónde están? —Se preguntó.
Su mirada se centró específicamente en buscar a aquellas bestias. Pero no estaban en ninguna parte, entonces, Violet observó de lejos lo que temía. Los lobos se habían escabullido durante el primer ataque de Violet, ninguno de ellos había resultado muerto. Desde las sombras parecían haber estado pensando en cómo sobrepasar a los humanos y fueron estos, con la ayuda de sus aullidos, quienes guiaron a las Pyranikus para que cavaran un hoyo con dirección al pueblo.
Violet exclamó al ver tal acto:
—¡Esto no puede ser! Lo único que hemos hecho es seguirles la corriente a esos lobos, ¡soldado! que el vigía envíe a los búhos a sobrevolar el área, no quiero ni un perímetro de la villa sin ser visto.
Si, realmente había un plan, era obvio que alguien movía los hilos. Esto no era sólo una manada de animales asustados y sin rumbo. Había algo más. Estaba segura.
El mensajero tardó muy poco en regresar.
—Comandante, un lobo enorme viene en camino, y se encuentra en su estado Raseri, y eso no es todo, su compañero igualmente ha perdido la razón.
Violet tardó unos segundos en reaccionar.
—¡Maldición!, a eso se debe esta manada de bestias… Tenemos que retroceder, si luchamos dentro de la villa, el lobo no podrá moverse libremente, reagrupa a los soldados y a las personas que nos están ayudando, da orden para que se esparzan por la villa y que acaben con todas las bestias que hayan entrado, también diles acerca del lobo que viene en camino. ¿Con cuántos hombres crees que podemos contar para defender la entrada?
—Si movilizamos a los soldados contaremos con menos de la mitad de comandante. Unos veinticinco.
Violet intentó ocultar la zozobra que aquella noticia le causaba. Veinticinco personas contra todas las bestias que aún no habían caído… No eran una gran defensa. Y la mayoría ni siquiera eran soldados. Por muy dotados que estuviesen todos esos cazadores y piratas para la lucha, ganar ésta sería un milagro. Los oficiales se estaban cansando y ese enorme lobo, en cambio, llegaba fresco y presto a luchar. Violet observaba de vez en cuando el cielo para ver alguna señal de la llegada de su tripulación, pero no aparecía ninguna, no dejaba de preguntarse que los estaba reteniendo.
—¡Soldado! —exclamó— que todo aquel hombre que aún esté capacitado para pelear haga tal cual he ordenado, quiero que me informes de inmediato en cuanto el lobo entre en la villa, tendré que encargarme de él por mi cuenta.
—Entendido.
Habían ocurrido unos cuarenta y cinco minutos desde que la villa sufría la embestida de las bestias, el lobo espera con paciencia a las afuera de la villa mientras que los defensores de Riverwood daban lo mejor de sí para resistir las embestidas que parecían nunca acabar, para empeorar las cosas, Violet había observado una bengala roja desde la ubicación de su nave, eso solo significaba que ellos también estaban luchando, las cosas no se podían poner peor.
En la plaza del pueblo, Derrick y un grupo de cazadores y piratas, muy cansados, intentaban acabar contra varias bestias.
—¡Vamos! Chicos, ya casi acabamos —los animaba Derrick, que era el mayor de todos ellos—.
—¿Estás seguro?, porque recuerdo haberte escuchado decir lo mismo hace treinta minutos —protestó un cazador, agotado y con cierta cojera.
La mayoría estaban igual o peor que él. A uno le sangraba profusamente la pierna. Otro mostraba muchas heridas en los brazos, seguramente mordeduras, e incluso había uno que llegaba clavado en la bolsa que le colgaba del cinto un cuerno de Fazlur. Por un instante, a pesar del agotamiento y la tensión, Derrick no pudo evitar preguntarse dónde estaba el resto de la bestia a la que debía haber pertenecido aquella arma ofensiva, y sonreír. Pero fue solo un segundo, porque entonces, desde el túnel excavado por las Pyranikus, empezaron a salir lobos.
Derrick miró a su alrededor y supo que no podrían aguantar. Los lobos estaban descansados, aún no habían entrado en combate, mientras que la mayoría de los cazadores y piratas estaban agotados y sus dones empezaban a funcionar algo peor. Todos eran conscientes, además, de que un uso prolongado de sus poderes podía llegar a matarlos.
En el caso de los cazadores, la probabilidad de que esto pasara aumentaba si la bestia con la que formaba la alianza era de gran nivel. Por eso todos los cazadores estaban fornidos, incluso las mujeres, para aguantar el estrés físico que les suponía aliarse con grandes bestias. En el caso de los piratas, ellos sufrían de fatiga por cada arma que creaban, y por eso solían especializarse en una en particular para durar más en batalla, salvo los piratas de alto nivel como Violet que lograban crear un número considerable de armas y aguantar.
Algunos de los luchadores que quedaban insistían en que Derrick debía retirarse a descansar, y Derrick creía que ellos deberían hacer lo mismo. Girándose hacia el que sangraba, le dijo, muy seriamente:
—Bueno, cuando llegue el momento solo dime y te sacaré de aquí.
—Ja, ja, ja, me da pena admitirlo, pero gracias viejo —contestó el otro.
Derrick y el cazador se pusieron en guardia mientras los lobos se acercaban lentamente, observando con mucho cuidado a sus presas, buscando el mejor momento para atacar. Un instante antes de hacerlo se juntaron y aullaron a coro.
—¡Aquí vienen, viejo! —comentó alguien, y no hubo tiempo para más. Los lobos se acercaban a toda velocidad.
Derrick usó la poca fuerza que le quedaba para cambiar sus dagas por unas pistolas y empezó a disparar, aunque los lobos las esquivaba fácilmente. Al ver que no lograba parar a las bestias, convirtió las pistolas en un escudo gigantesco.
—¡Chica, conmigo! —llamó a una cazadora que parecía no estar luchando contra nadie.
Ambos se pusieron tras el escudo, obligando a los lobos a rodearlo para llegar a ellos. Cuando lo hicieron, esperando encontrar a una persona a la que podrían atacar por ambos lados, se encontraron con dos frentes: la cazadora cortó la cabeza del lobo de la derecha mientras una bala de la pistola de Derrick acabó con el de la izquierda. Un tercer lobo apareció por encima de ellos, y ambos creyeron que había llegado su hora, pues las fuerzas de ambos ya no daban para más, pero en el momento en que el lobo cayó sobre ellos, una sombra venida de quién sabe dónde lo agarró y con un fuerte golpe lo mandó a volar hasta que el lobo golpeó contra una pared y cayó inconsciente.
—¿Quién diablos eres tú? —Preguntó la cazadora.
—Ese es mi hijo, uno de ellos —contestó Derrick.
—Hola mucho gusto, mi nombre es Max, un placer —comentó Max, exhausto de tanto correr.
—Padre, disculpa la tardanza, los caballos huyeron tras oír el sonido de las bestias y tuvimos que correr todo el camino hasta aquí, además tuvimos que enfrentarnos a algunas bestias cuando veníamos hacia acá, pero ya estamos aquí, y trajimos a alguien muy fuerte con nosotros.