Sus ojos eran profundos y serenos, como una laguna de agua de vertiente. Adivinar lo que pensaba era imposible, sin embargo, era inevitable sentirse inmerso en su mirada...
—Estoy hablándole a Yuehan. ¡Cómo te atreves, tú, una enfermera, a interrumpirnos! —cuando Cheng Xiulu escuchó esas palabras, rechinó sus dientes con ira y le gritó ruidosamente a Nian Xiaomu.
La cara de Yu Yuehan se oscureció cuando escuchó lo que decía.
La atmósfera en la habitación empezó a cambiar.
Cheng Xiulu sintió que se le empezaba a poner la piel de gallina ante la mirada de él. Cuando abrió la boca para decir algo, vio que Yu Yuehan sacaba su teléfono móvil del bolsillo para hacer una llamada y luego lo lanzaba sobre la mesita de café.
Poco tiempo después, la voz de su asistente sonó desde el teléfono en altavoz.
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